La guardiana del centeno: un elegante Salinger en femenino

★★★☆☆ Buena

Ghost world

Otra película sobre el vacío de la existencia (no se cuantas van ya); y yo me digo: ya que el hombre occidental es tan inteligente y avispado en lo que se refiere a retratar el vacío y la nada, en señalar la irrealidad y el absurdo de la existencia o mejor, del mundo que él mismo ha construido, y que por cierto, está gradualmente imponiendo a otras culturas, ¿tal vez no debería más bien empezar a concentrarse justamente en llenar esa nada, en cambiar los fundamentos de nuestra cultura y civilización, en lugar de tanto melancólico e interrogativo lloriqueo?.

Lo comento porque al paso que vamos, nos acabará cayendo encima otro medio siglo (digamos) y nos encontraremos en el mismo punto, eso sí, con algún que otro cachivache más, tan sofisticado como quizá inútil, pero sin habernos movido ni un milímetro de nuestro mundo afantasmado. Quizá entonces venga alguien y fabrique otra película del tipo de Ghost World, y vuelva a contarnos el tema (ya casi clásico) de lo desconcertante de la realidad y el efecto que ésta produce en un adolescente nihilista y disconforme, descolocado frente a nuestro absurdo mundo de espectros. Y volverá a caérsenos (a espectadores y críticos) la baba y diremos: he aquí de nuevo una espléndida e inteligente representación de nuestra miseria.


La peripecia de este Holden Caulfield con minifalda, la película rodada por Terry Zwigoff , está basada en el popular y homónimo cómic de culto de Daniel Clowes y su relato de la adolescencia constituye, en cierto modo, el reverso tenebroso de American Pie. Para la hosca y gafuda Enid (una excelente Thora Birch, que según confiesa, no comparte nada con su personaje lo que hace que su interpretación tenga aún mayor mérito), el mundo es una obra de teatro que la hastía, que simplemente la aburre. Y no hace demasiados esfuerzos por ocultar o maquillar su casi permanente fastidio. Pero yo creo que es demasiado inteligente para simplemente acabar levantándose de la butaca y marcharse, dejando la obra a medias o apenas comenzada. Seguro que terminará por encontrar algún recurso mental o intelectual (y quizá no tenga ni que leer a Camus para ello) que le permita acarrear indefinidamente, aunque sea de manera resignada e irónica, su absurda, nuestra absurda piedra.

En medio de su apesadumbrado naturalismo, Ghost world cuenta con algún fogonazo onírico, tan inesperado como hermoso. Pienso en ese autobús fantasmal que increíblemente, acaba recogiendo al viejo que de manera interminable y absurda espera en la parada de una línea fuera de servicio. Un autobús que también habrá de recoger a la propia Enid, el centro de gravedad de la película de Zwigoff, esa gordita borde y egocéntrica de la que uno acaba enamorándose.

Es seguro que escritores y cineastas volverán a colocarnos sobre el mantel el tema del que con tanta honestidad e inteligencia nos habla Ghost World, y lo harán con diferentes presentaciones y ornamentos de lo más atractivo y variado (estilos, actores, lenguajes). Tal vez nos hagan creer, como en otras ocasiones, que estamos ante una historia nueva, ante una crónica inaudita y desenmascaradora. Pero quizá algún día (quien sabe cuándo) en lugar de retratar y señalar el vacío, nos decidamos, simplemente, a intentar llenarlo.

Lo mejor: Elegante y contenida traslación a la pantalla del sentido de irrealidad y el absurdo en la adolescencia.
publicado por Serafin G. León el 26 febrero, 2012

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