Corazón de hielo
La película a comentar hoy es una cinta de Gordon Douglas que, en nuestra opinión, dio sus mejores trabajos precisamente para el género negro (nos acordamos de la trilogía de filmes policíacos protagonizadas por Frank Sinatra, aunque Corazón de Hielo nos sigue pareciendo su mejor obra con diferencia) y para el western, con algún que otro éxito en la ciencia ficción y en la comedia.
Kiss Tomorrow Goodbye es un filme singular dentro del ciclo negro. Y lo es a pesar del protagonista (James Cagney, el típico gángster) y del clasicismo del arranque: un flashback que nos transporta desde un juicio hasta la cárcel. Allí, el peligroso delincuente Ralph Cotter se fuga del campo de trabajos de la prisión gracias a la hermana de otro convicto. La joven no sabe que Cotter no ha dudado en asesinar a sangre fría a su hermano con tal de facilitar la huida. Un comienzo tan efectivo —la secuencia de la fuga tiene un ritmo maravillosamente endiablado— como repetido en varias de las mejores tramas oscuras. Aquí sirve para dar el pistoletazo de salida a la historia basada en la novela de Horace McCoy que se centra en este gángster sin escrúpulos.Sin duda lo mejor de la película es la descripción del carácter de Cotter (Cagney). Douglas lo presenta como un tipo frío que actúa de forma independiente, aunque siempre procura compañía femenina. Y es que Cotter tiene éxito con las mujeres gracias a su particular encanto basado en un carácter violento. Esta especie de atracción masoquista está muy bien retratada gracias a la experimentada interpretación de Cagney.
Cuando el actor rueda el largometraje se encuentra en su tercera etapa como profesional. Después de una primera fase (años treinta) donde se encasilló en papeles parecidos a éste, y de una segunda (la década de los cuarenta) donde hizo todo lo contrario, arranca este período con Raoul Walsh y la excelente Al Rojo Vivo (White Heat, 1949), justo la película anterior a la que estamos comentando. En ambas, Cagney vuelve a su registro más famoso: el de delincuente psicópata y manipulador que parece encarnar al mismísimo diablo.
Para acompañar a James Cagney en su anárquico deambular, Douglas se vale de unos personajes secundarios donde no se salva nadie, donde todos parecen condenados. Algunos a causa del contacto con el protagonista; otros ya lo estaban antes: policías y abogados corruptos, delincuentes de poca monta, charlatanes al frente de sectas que se dedican a estafar ancianos, y niñas de papá caprichosas y extravagantes. En definitiva, una sociedad putrefacta que parece que estaba esperando a Cotter para su total descomposición.