Amigos
Existían varios argumentos, que de entrada, convertían a Amigos, en un producto apetecible. La solvencia cómica de su reparto (Martín, Alterio), la colaboración en el guión de Borja Coebaga (director de las divertidas Pagafantas y No controles) y el premio del público en el festival de Málaga. Si añadimos comparaciones con la comedía salida de la factoría Apatow y mi adorada Manuela Velasco, tenía bastantes ganas de pillar por banda Amigos. Pues una vez visto el film, menos mal que no fui al cine.
Estamos frente a una comedia sin ritmo, con muy pocos chistes verdaderamente graciosos, y con un reparto completamente desaprovechado. Lo que es peor aún, el film ha intentado venderse como una especia de crítica hacía la televisión actual (con dardos a Gran Hermano, los programas tipo Diaro de…), y la sátira no podía ser más inofensiva y vacía.
Un grupo de tres amigos asisten al entierro de un viejo colega. Este, que siempre había apostado por todo con ellos, tiene un último juego: una suculenta herencia, que irá a parar a las manos del que consiga tener mayor audiencia en televisión. Un argumento disparatado, que al menos daba pie a un film desfasado. Nada más lejos de la realidad, comedía blandita, que adolece de los principales fallos de la comedia española, a saber, preocupante falta de ritmo, y la completa ausencia de gags o personajes verdaderamente memorables, algo que a Alex de la Iglesia siempre se le ha dado bien, y concepto que Coebaga parecía haber entendido (su enorme Juan Carlitros de No controles).
Ridículas resultan las referencias a temas de la realidad, digamos populista y amarilla, como el bailaor flamenco que atropella a uno de los personajes (en clara referencia a Farruquito), y risibles los ataques a Gran Hermano (el film esta producido por Telecinco, así que podéis imaginar que de burla, más bien poquita).
Solo existen dos momentos que sacan la sonrisa (los comentarios racistas de Diego Martín a los peruanos) o la carcajada (Alterio vistiéndose de bakala, gótico y pijo en el popular reality show), pero es insuficiente para salvar a un film que se olvida de ser divertido. Los actores son tiro fijo en materia de risa, por lo que debemos culpar a un guión que se queda a medio gas, de lo que quería, o debería, haber terminado siendo