El largometraje irá ganando interés poco a poco, a medida que los personajes se vayan desperezando.

★★★☆☆ Buena

Peces de pasión

Hay películas y/o guiones que arrancan, casi desde el primer plano, con el objetivo de enganchar al espectador, de pegarlo a la butaca desde el principio. El problema es mantener esa atracción a lo largo de los noventa minutos o las dos horas siguientes. Hay otras cintas que, sin embargo, tardan en conseguir que el público se meta en ellas, pero que van subiendo el interés conforme avanza el metraje. Es el caso de Peces de Pasión la mejor película de John Sayles para muchos.

Y es que la historia de May-Alice, una actriz de telenovelas que se queda parapléjica tras un accidente de coche, en principio puede parecer más propia de un telefilme de sobremesa (a eso se dedica la protagonista en la trama, a actuar en esos típicos “Estrenos TV”, ¿guiño especular?) que de una película más ambiciosa, tanto en contenido como en calidad. La culpa de esa sensación la tienen los primeros minutos, cuando May-Alice no se adapta a su nueva vida, atada a una silla de ruedas. Tendremos que esperar algún tiempo para darnos cuenta del verdadero mérito del filme. El largometraje irá ganando interés poco a poco, a medida que los personajes se vayan desperezando y aparezcan unos nuevos: May-Alice, para evadirse del mundo se refugia en una casa de campo, en la profunda Louisiana, y se parapeta detrás del alcohol y la televisión. Cuando da la impresión de que no existe persona en el mundo que pueda cuidarla (todas salen huyendo al poco tiempo de conocerla), aparece Chantelle, una enfermera de color con un turbio pasado de drogas y penurias. El intercambio que se produce entre las dos almas perturbadas, como si de una reacción química se tratara, cambiará las vidas de ambas y subirá los enteros de esta excelente película.

La trama, por tanto, engaña, pues no se trata de ver la recuperación física de la actriz, sino más bien su transformación psíquica. Y no sólo la de ella, sino también la de la enfermera que la cuida. Ambas huyen de su vida anterior, aunque ésta se empeñe en volver una y otra vez. Compañeros de trabajo, el padre, el compañero yonqui de Chantelle, todos se presentan en la vivienda como si fueran fantasmas que vinieran a ajustar cuentas. Sólo el pasado lejano, el de la infancia, vendrá a resolver la situación: un antiguo compañero de colegio entra en la vida de May y le enseña la tradición de los "passion fish"…

John Sayles resuelve muy bien el conflicto que se plantea en Peces de Pasión con un guión original muy premiado (nominado al Oscar igual que la actuación de Mary McDonell en el papel de May, que por lo visto tuvo que entrenar en un hospital real para parapléjicos para bordar su papel). Entre otras cosas, se saca de la manga viejas tradiciones de Louisiana que solo habitan en su imaginación. A destacar, además del guión, las largas escenas (en especial aquella en la que los protagonistas acuden a la leyenda de los “peces de pasión”) con pocos diálogos; la música envolvente, del estilo de las usadas por Wim Wenders; y las cuidadas metáforas (el camino que separa al padre de la hija; o la rampa de madera que construye su amigo de la escuela, que es por donde ella sale de su casa por primera vez) que adornan la historia de esta mujer que se aferra a la vida de nuevo, que descubre la fotografía y la verdadera amistad; y el amor.

El realizador que suele apostar por el cine independiente —en esta película también—, curiosamente, se sale de sus temas habituales, mucho más politizados y urbanos, para hacer una película entre ecológica y romántica que, insistimos, para nosotros es de las mejores de su siempre interesante filmografía.

publicado por Ethan el 19 noviembre, 2011

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