Night must fall
Noël Simsolo en su interesante ensayo sobre el género negro (El Cine Negro, Pesadillas Verdaderas y Falsas, Ed. Alianza, 2007), y en el capítulo dedicado a los antecedentes, habla de las películas de gángsteres, de los thriller fantásticos, de los dramas carcelarios, de los filmes de propaganda bélica y de las cintas que se acercan al psicoanálisis, todas como precursoras del ciclo negro que —según el autor— arrancará en 1944. Del último grupo ("los fantasmas del psicoanálisis", los llega a nombrar) destaca algunas cintas, entre ellas el largometraje de Richard Thorpe del que hoy vamos a tratar.Simsolo acierta con el ejemplo —nos parece una película oscura en toda regla— aunque luego la destierre cuando la sitúe entre los filmes de suspense que se apartan del cine negro. No es de extrañar ese ir y venir en la clasificación de esta rareza que navega entre el thriller, la comedia, el drama, las películas de terror y —por fin— el noir. Y ese es uno de sus activos, la ambigüedad de los personajes y de la trama en sí. De hecho el espectador no sabrá a que atenerse, y se quedará atrapado en la historia esperando cualquier nuevo cambio que decida, finalmente, el tono de la película.
La culpa de todo la tiene el guión, basado en la obra de teatro de Emlyn Williams, que comienza con la noticia de la desaparición de una mujer del hotel donde se alojaba. Se trata del mismo albergue donde trabaja de botones el simpático Danny (Robert Montgomery). El cuerpo es localizado más tarde, enterrado en el bosque, pero sin cabeza. El macabro hallazgo sucede muy cerca de la vivienda de la inaguantable Mrs. Bramson (Dame May Whitty, estupenda) donde también vive su sobrina, y dama de compañía, Olivia (Rosalind Russell). El conflicto que propone el autor arranca cuando Danny consigue ganarse a la anciana y se muda a la casa de campo para trabajar como criado. De su equipaje destaca un porta sombreros con el tamaño justo para albergar una cabeza humana… Olivia comienza a sospechar —y el público también— de las verdaderas intenciones del encantador Danny: hacerse con las joyas de la anciana y, muy posiblemente, acabar con ella.
Night Must Fall, debido a su origen teatral (es cierto que se nota demasiado, pero ya hemos opinado aquí más de una vez que no nos debe importar este hecho siempre y cuando el resultado final sea de calidad) es una película de y para los actores. Y eso que la primera presencia de Robert Montgomery provoca casi la carcajada. Lo ridículo que está el, generalmente serio, actor con ese cigarrillo cayéndole lánguidamente de la comisura de los labios, y esos pantalones bombachos que le dan un aspecto entre cómico y surrealista, hacen que Montgomery se encuentre al borde del fallo de casting. Sin embargo, metro a metro del filme, se va haciendo con el personaje hasta meterse de lleno en la piel de ese simpático embaucador profundamente perturbado. Un personaje que pondrá a prueba al actor cuando éste tenga que someterse a bruscos cambios de registro.
Su pareja en el largometraje, Rosalind Russell, tiene más suerte al encarnar a Olivia —y creemos que lo hace mejor— al ser un personaje más homogéneo, también ambiguo (¿es que no le importa que asesinen a su tía?); y eso que se sitúa lejos de los papeles de comedias o de los dramones en los que la estrella se especializó. Otra que lo borda (tiempo tuvo para perfeccionarlo cuando lo interpretó en teatro y radio) es Dame May Whitty, la vieja cascarrabias que se deja embaucar por Danny, pero que no aguanta a su sobrina.
La cinta no trata de engañar al espectador que descubre enseguida que no se halla ante un whodunit policíaco ni nada por el estilo: el público sabe en todo momento cuál es la situación. Igual que Olivia, sospecha de Danny, pero se sorprende de la actitud pasiva de la mujer. Un comportamiento casi masoquista o morboso al sentirse atraída por un más que seguro psicópata. Quizás esta sea la circunstancia que hace que la película tenga ese ambiente tan denso —y tenso— y gane tantos enteros: la atracción imprudente hacia el peligro.
Night Must Fall, dirigida por el todo terreno Richard Thorpe (famoso por sus excelentes filmes de aventuras), tuvo un remake en 1964 (realizado por Karel Reisz con Albert Finney en el papel de Danny), bastante interesante. Hoy en día la cinta de Thorpe se halla algo perdida, aquí recomendamos su visión por lo peculiar, lo curiosa, incluso lo extraña. Nosotros sí la encuadramos en el género negro, aunque sólo sea por su ambigüedad; ese detalle que la hace tan sumamente atractiva.