El castor (the beaver)
El castor. Qué movida. Qué cosa más rara de película. Qué sensación de extrañeza, de incredulidad, de exasperación. Qué propuesta más fallida. Pero bueno, ¿a qué clase de loco se le ocurrió dar luz verde a este proyecto? Vomitado mi estupor, vamos a desgranar un poco las causas de estas sensaciones.El argumento es sorprendente. Eso no es ni bueno ni malo, lo que importa es cómo se desarrolla una idea a priori distinta. Aquí se nos cuenta la historia de un tipo casado, con dos hijos y presidente de una empresa de juguetes, que está muy muy deprimido. Le saca de ese pozo una marioneta de castor, que actuará como un pepito grillo de lana. Pero ese planteamiento entre optimista y edulcorado deviene en algo que chirría en todos sus aspectos.
Para empezar, el protagonista. ¿Mel Gibson? No entiendo nada. Gibson es inigualable haciendo de Martin Riggs en la saga de Arma letal y en producciones de esa clase. Pero, ¿qué hace en una peli de este tipo, con unas características tan alejadas de lo poco que hace bien este tío? Aquí es donde la peli empieza a irse a tomar por culo. Cuando dejas en manos de un actor inexpresivo un papel que, en principio, requiere matices y técnica, la cosa se pone fea.
Pero es que la mano de Jodie Foster en la dirección (también es la coprotagonista) no ayuda precisamente. En un principio, el film parece una nueva loa al espíritu de superación propio del American way of life (esta vez, representado en un castor…). Pero el tinglado va cambiando hasta convertirse en un melodrama familiar de sobremesa (no sin mis hijos, adolescencia difícil y otros topicazos por el estilo), hasta perder el juicio por completo y dar un desenlace entre demencial y lacrimógeno que no se cree ni el espectador más predispuesto al pufo.
Lo más interesante, la relación que se establece entre el hijo mayor del matrimonio Gibson-Foster y una chica de su instituto. Él, marginado que gana mucho dinero redactando trabajos para los demás. Ella (Jennifer Lawrence, cómo me gusta esta chica), empollona guapa que necesita que alguien le escriba el discurso de graduación. Es, con diferencia, lo más atractivo de la película. Pero se diluye en el entramado narrativo absurdo que preside la puta marioneta del castor (impagable cuando se vuelve el muñeco diabólico…) y las estupideces del protagonista.
Poco más puedo decir de esta película. Estéticamente no tiene ningún aspecto reseñable, ni la fotografía ni el montaje destacan por algo, la música es discordante con el tono(s) adoptado (nueva muestra de la torpeza de Jodie Foster), y, ¿qué más? Pues poco más. De hecho, sólo una cosa he de añadir: Jodie, maja, actúas muy bien, así que limítate a eso. No todos los actores tiene que dirigir pelis…