Luces de la ciudad (City Lights)
El 4 de abril de 1931 se estrenaba en España Luces de la ciudad (City lights), una de las obras maestras de Charles Chaplin. Película redonda como pocas con uno de los finales más emotivos de la historia del cine. Estrenada como muda en pleno furor del cine sonoro, acaparó un enorme éxito internacional. Su rodaje se inició en 1928 unos meses antes del estreno de El cantor de Jazz (The jazz singer), la primera película sonora que tuvo una repercusión demoledora en la industria del cine. Sin embargo Chaplin sabía que no podía hacer hablar a Charlot, o se rompería la magia. Aun así se valió de la sonorización para tener el control de cómo la música debía acompañar a las imágenes y para incluir algunos efectos de sonido a lo largo del metraje, e incluso se permitió una broma en la secuencia inicial de la película en la que durante la inauguración de un monumento se da un discurso del que no se entiende nada de lo que dicen, y a partir de ahí toda la película transcurre como siempre, con pantomima e inserto de carteles con los diálogos escritos, no hablados.
La cinta cuenta la historia de un vagabundo enamorado de una florista ciega, la cual por un malentendido piensa que él es un acaudalado caballero. El altruismo de Charlot, que sin tener absolutamente nada se deja la piel para ayudar a la joven invidente, resulta admirable y entrañable. Virginia Cherrill como la florista, Harry Myers como un millonario deprimido que se da a la bebida y sólo reconoce al vagabundo como su amigo cuando está borracho, y Chaplin en su sempiterno rol de mendigo, forman un trío protagonista de una solidez aplastante, tanto en el trabajo interpretativo de los actores como en el trazado de los personajes a nivel de guión.
Los valores humanos positivos como el amor y la generosidad desinteresada, o los problemas sociales que trata de fondo, como la diferencia de clases o el poder del dinero, son todos ellos temas tan universales y atemporales que dotan a esta película de una vigencia imperecedera en el tiempo. Y desde luego cuenta con la maestría de Chaplin para plasmar estas ideas en imágenes y transmitirlas adecuadamente al público de diferentes generaciones.
La he visto varias veces a lo largo de unos cuantos años. No fue de las primeras que descubrí de Chaplin, había visto con anterioridad La quimera del oro, El chico, El gran dictador (mi favorita) y Tiempos modernos. Cuando vi Luces de la ciudad no me llamó excesivamente la atención, o al menos no me cautivó de buenas a primeras como otros títulos suyos, pero debo reconocer que a medida que pasa el tiempo la valoro cada vez más.
En definitiva Luces de la ciudad es una joya cinematográfica que cumple 80 años y mantiene intacto su encanto. Es hilarante y sentimental a la vez. Algunos gags cómicos continúan hoy en día arrancando carcajadas tanto a niños como a adultos, y el final sigue resultando sencillamente conmovedor.