Singapore sling (singapore sling)
Existen películas que no se olvidan, para bien o para mal.
Dicho lo cual, quiero advertir a toda persona sensible o que rechace de plano la pornografía y la violencia extrema, que se aparte de Singapore Sling y de esta crítica como quien escapa del mismo Satán.
El argumento de esta delicia es el siguiente. Dos locas perversas que viven en una mansión pasan el tiempo manteniendo relaciones sexuales caracterizadas por el sadomasoquismo y otras oddities. Cierto día secuestran a un alcohólico que anda buscando a una tal Laura. A este hombre lo utilizarán como juguete sexual y objeto de toda clase de torturas depravadas.
Ésta es de esas monstruosidades que dejan impresionado. Considerada por muchos como cine de autor y por otros como gamberrada sin pies ni cabeza, lo cierto es que es una bizarrada extrañísima, valga la redundancia. Me considero persona iniciada en bizarrismos. La cantidad de obras extremas que he visto empieza a ser copiosa, ya sea en las modalidades de ultra-gore, exploitation, torture-porn, surrealismo, gorno y demás neologismos insospechados. Bien, Singapore Sling, sin ir más lejos que otras aberraciones de los citados subgéneros, contiene algunos elementos nuevos que el espectador ducho en estos lares agradece descubrir. Así, por ejemplo, hay escenas tan inusuales incluso dentro del mundillo rare, como una cópula entre una mujer y un cadáver momificado. También me parece que tienen cierta chispa ciertos números de sexo fetichista, en uno de los cuales vemos a la hija fornicando encima de su maniatado prisionero; durante la violación ella tiene el detalle de introducirse los dedos en la boca a fin de bañar en vómito la cara de su víctima. Normal que el chico, contrariado, no sepa hacia dónde mirar.
Como suele suceder en esta clase de obras, incluso para los habitués del género hay momentos en que lo que vemos en pantalla llega a desagradarnos incluso a nosotros. Algunos numeritos de masturbaciones usando comida o las escenas en que las dos captoras mastican (más que comen) toda guisa de asquerosas viandas, son por lo menos repulsivos. Sea como sea, es evidente que en los gustos o intereses del director tienen cabida algunas parafilias muy poco conocidas (por fortuna) por la mayoría de personas normales y corrientes. La emetofilia, pongamos por caso, está descrita como la excitación que siente alguien con el acto de vomitar o con los vómitos de otro u otros. Con perdón de la asquerosidad, ladies and gentlemen. La vorarefilia, por poner otro ejemplo de los contenidos en la película, consiste en llegar al orgasmo viendo cómo alguien mastica alimentos. Muchas veces el onanista que se excita con esta conducta imagina que él mismo es devorado por la persona a la que contempla comer. Curioso, ¿no? Lo cierto es que llega un punto en que cabe considerar si no estamos viendo sólo cine porno camuflado con los harapos del cine independiente o de autor. (Si más no, para mí es significativo que para hablar de secuencias de esta obra haya tenido que recurrir a las páginas de mi libro El cine X underground.)
El filme, en blanco y negro, repleto de cadenas, suciedad, barro y vísceras, está dotado de un buen ambiente dark o tenebroso, con toques góticos de film-noir. La estructura no es que sea demasiado sólida pero ni falta que le hace cuando el plato fuerte es la sucesión de torturas sexuales, dignas de cualquier libro de Sade. Pero tampoco pensemos que se trata de una obra de torture porn al uso, vacía y estúpida, como puede ser la repugnante Gurotesuku (Grotesque). Ni mucho menos. El film de Nikolaidis está sustentado por unos diálogos curiosos y hasta a veces delirantes, amén de una trama que puede parecernos mejor o peor, pero que al menos existe.
Como acostumbra acontecer con películas tan extrañas, uno acaba por preguntarse qué motivos tuvo el director para parir su particular engendro. Uno se cuestiona si estamos ante una obra sincera que oculta verdaderas preocupaciones existenciales o traumas infantiles, o por lo contrario frente a un mero fraude vacuo. Tal vez lo mejor es no entrar en premisas intelectualoides e intentar, sencillamente, antomar en la cara lo que una mente tórrida y desviada pretende arrojarnos. Y disfrutarlo, teniendo el menor número de arcadas que se pueda.
Es una cinta muy cara de encontrar. Censurada en muchos lugares y, según he leído por ahí, inexistente incluso en DVD. Se conoce que ninguna compañía quiso apadrinar esta paranoia. Hay que pedirla prestada si tienes un vecino freak, o rebuscarla en foros de la Red versados en cine underground. Si te apasionan las rarezas y perseveras, la encontrarás, aunque no en español. Al verla, recuerda que debes dejar tus prejuicios artísticos y lógicos a un lado, como cuando vemos cosas de la guisa de Saló o Pink Flamingos. ¡Sobre todo no cometas el pecado de demonizarla por inmoral o ininteligible! Si vas hacer esto, mejor ni te esmeres en buscarla, ya que el cine raro huye tanto de esta clase de miradas puritanas como ellas debieran huir del cine raro.
Un último apunte, para que no cometas el mismo fallo que yo. ¡Hay dos obras con el mismo título! No la confundas con la película Singapore Sling de 1999, una gilipollez erótica de un tal James Hong. Algo no te cuadraría.