El apartamento
Llegó un nuevo año y el bueno de C.C. Baxter ya no está solo. Juega a las cartas con Fran que, después de correr interminablemente por las calles frías de Nueva York, tomó la determinación de abandonar, de una vez por todas, a Jeff, gerente de la gran empresa en la que trabaja como ascensorista. Son los últimos fotogramas de la obra capital de Wilder. Comedia agridulce que forma parte de la historia del cine con una actuación memorable de Jack Lemmon, un guión majestuoso del mismísimo Wilder junto a Diamond, fotografía en blanco y negro y banda sonora inolvidables.
Ese año que recién comienza es un tiempo de esperanza para los personajes interpretados por Lemmon y Shirley MacLaine, más hermosa que nunca. Un juego, el de cartas, en el que se toman decisiones sin estar pendientes ni depender de otros. Un paso más hacia la libertad. Dos personajes que se permiten, a partir de ese momento, enamorarse y vivir juntos toda una vida.
Abandono, pues, visiones tremendistas de personajes abocados a sucumbir a un destino provisto de inseguridades, desengaños e infelicidades. Y quizás sea Jeff, interpretado por Fred MacLaine, el que caiga en ese pozo llamado soledad. Hombre casado y padre de familia titubea con empleadas de su empresa en el apartamento cedido, de forma interesada, por Baxter. Porque si se trata de Baxter y Fran, ellos inician un camino difícil pero repleto de nuevas sensaciones.
Billy Wilder nos regala una historia implacable en su construcción y perdurable en su ejecución. Una obra maestra contemporánea que habla de la soledad, de estar y sentirse solo. Algo tan presente en nuestros días, algo tan presente en nuestra razón de ser. Wilder nos lo cuenta de la mejor forma que lo sabe hacer, desde la comedia. Escribe junto a Diamond una película que inicia una década en la que la visión de las cosas cambiará, en la que la soledad se convertirá en epicentro temático en lo fílmico. No hay que dramatizar, con una sonrisa medio suspiro basta.