Exquisita meditación de Visconti sobre el paso del tiempo, la muerte y la experiencia de la creación artística. Se trata de una adaptación de la novela de Thomas Mann, fiel a su contenido y al espíritu de inquietud existencial.

★★★★★ Excelente

Muerte en venecia (morte a venezia)

Muerte en Venecia es obra de Luchino Visconti y es la adaptación de la novela homónima de Thomas Mann.

Mucha gente ha ensalzado a esta película por ser (siempre según su opinión) un alegato gay, pero lo cierto es que (aunque pudiera considerarse que hay una parte cierta en ello) el mensaje profundo de la película trasciende cualquier pamfleto sexista que algunos quieran colgarle. Se trata de una reflexión sobre el momento de máxima decadencia vital en el ser humano, especialmente en el artista. En este instante de crisis, el artista (sea escritor, pintor o músico) decide buscar la Belleza. Belleza en mayúsculas, el concepto, la entidad, o digamos llanamente el secreto último que comparten todas las cosas bellas del planeta o, cuando menos, del arte. Esta búsqueda termina por convertirse en una obsesión desesperada. ¿Por qué? Porque la belleza se hurta del artista que pretende atraparla con sus manos o con el intelecto. Y se aparta de él porque el mismo hecho de querer encerrarla en la mente, supone traicionar la esencia misma de la belleza. Ésta es libre, inalcanzable (porque es perfecta). Es redonda, joven e imperecedera. En el filme Visconti decide representar ese concepto artísitico-filosófico mediante el personaje de Tadzio, un joven de extraordinaria hermosura.

Así, el músico recorrerá patéticamemte las calles podridas de Venecia a la zaga del joven. Éste se gira, le mira, le seduce pero nunca se deja tocar. Es inalcanzable. Únicamente el músico (interpretado por un convincente por bien que atípico Bogarte) logra en una ocasión acariciar las rubias guedejas del muchacho. Esto es, tiene el privilegio de rozar con los dedos la idea de Belleza. Y ello lo consigue en el único instante en que este músico se abre, llora, balbucea frente a la familia del muchacho. En otras palabras, decide por un sólo momento en su vida ser sincero y despojarse de su cárcel de normas y prejuicios. Este acto de valor y humildad es recompensado con un acercamiento milagroso hacia el concepto de la perfección.

No obstante, posteriormente el músico vuelve a caer en los errores de la pedantería y el barroquismo estilístico, tanto artística como personalmente. Se va a una barbería donde le dejan hecho un figurín. Viejo, amanerado, ridículo, pintado como si fuera una momia seca, con el tinte del pelo escurriéndosele por la cara, el músico ha pecado nuevamente (como ha hecho durante toda su vida estricta y seria) contra la esencia de la perfección en el arte, es decir, la espontaneidad de lo joven.

Pronto la ciudad se hace irrespirable y la salud del músico se resiente definitivamente. En la playa, moribundo y triste contempla horrorizado una pelea entre Tadzio contra otro muchacho. Entiende entonces que la belleza no puede domeñarse, que es pura, alegre y, más que otra cosa, posee la cualidad de la libertad. La perfección, en contra de lo que siempre creyó el músico, es indómita y no puede ser encerrada en un pentagrama.

En un maravilloso final, el agónico artista vislumbra una figura maravillosa. En un mar cristalino, Tadzio posa como una especie de dios y señala al horizonte. Extiende el brazo grácilmente hacia el futuro, pues para el arte espontáneo y joven todo es futuro. Pero a aquel hombre que se extingue en la silla enclavada en la arena (símbolo de la inflexibilidad hundiéndose en la inmensidad del arte) sólo le pertenece ya el pasado y el fracaso de una carrera musical desfasada, decadente. Por fin, le sobreviene la única liberación que puede esperar el compositor mediocre que se ha visto por lo menos una vez confrontado con la catarsis de haber rozado la Belleza. Le alcanza la muerte. La frustración, la impotencia del hombre vulgar que ha jugado a ser artista, se curan así.

Monumental película de Luchino Visconti que, como un prisma, ofrece numerosos visajes e interpretaciones. He aportado la mía, pero a buen seguro que cualquier espectador entenderá a su modo y sacará sus conclusiones.

Visconti logra conservar el tempo lento y el clima antagónico entre Belleza y Decadencia que flota en la novela de Thomas Mann. Asimismo, es fiel al preservar y captar el espíritu de búsqueda existencial propio de muchas novelas de Mann (tales como Tonio Kröger, Alteza Real o la misma Muerte en Venecia). Mann será posteriormente uno de los modelos del simbolismo existencialista de Hermann Hesse, quien habrá de alcanzar una depuración estilística y conceptual todavía superior.

Pura miel para espectadores con tiempo que gastar disfrutando de una obra singular, preñada de carga filosófica y paisajes bellísimos. En el ambiente de Venecia, con la peste y la epidemia acechándonos, acude para acariciarnos el oído esa extraordinaria banda sonora, el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler.

publicado por Francesc Canals Naylor el 2 enero, 2011

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