The machine girl (kataude mashin gâru)
En la mente de Noboru pululaban muchas escenas de Kill Bill e Ichi the Killer cuando tuvo a bien regalar al mundo esta loca película. Aunque, pensándolo bien, tampoco les hace falta a estos nipones inspirarse en nada. Afirmar de ellos que imitan a alguien o a algo sería mentir, porque si hay algo genuino en este planeta es la inventiva japonesa.
Película extravagante y de calidad cuestionable que mezcla infinidad de bizarradas, sangre a chorros y una buena dosis de gore. No sólo eso, sino que podemos encontrar sittuaciones casi surrealistas, repuntes eróticos, mujeres perversas, litros de sangre y jugos corporales varios, embutido todo ello en el más pintoresco estilo de videoclip unas veces, y otras, de juego de ordenador tipo Doom.
El argumento es simploide. Una muchacha desea vengar la muerte de un ser querido y, para ello, aprende artes marciales y sustituye su brazo amputado por una destructiva ametralladora. En la espiral de este disparatado argumento nos tropezamos con malos muy malos y con enemigas sádicas que sueltan risitas mientras cometen las peores torturas a unos cuantos inocentes. Los dedos vuelan de las manos como salchichas troceadas, las cabezas se separan del pescuezo en un santiamén, las balas hacen enormes boquetes en las barrigas. Por demás, los efectos especiales son malillos pero esto no importa mucho. Lo que hay que valorar es el ritmo trepidante y la perpectiva de una escena aún más delirante, sanguinolenta y cachonda.
Las japonesas del filme ofrecen su habitual rictus de estudiante cándida de no haber matado una mosca, pero luego reparten leña y muerte por doquier. A destacar la bellísima Minase Yashiro que enseña las bragas siempre que tiene la oportunidad y que, la busques donde la busques en cualquier rincón de Internet, te la tropiezas mostrando sus tremendísimas curvas casi desnuda. Y es que en estos filmes es tan importante el factor erótico como el violento, dos serpientes que se entrelazan grácilmente en escenas de poderoso calado: torturas sádicas, bondage, fetichismo, personajes extraídos del Hentai (que tanto gusta al freak) y toda clase de perversiones que retorcidas féminas infligen a jovencitas llorosas.
Una pieza más del prolífico Iguchi. Una cinta más a tener en cuenta en nuestras listas de cine raro. Estas cosas sólo se ruedan en Japón, y al resto del mundo le cuesta mucho entender lo que allí hacen. Me pregunto si su cine, su manga, su porno, el frikismo otaku de Tokio, el anime, es mayormente consumido por los idólatras y fanáticos de antaño, los que iban vestidos de Dark Vader al Salón del Cómic de Barcelona. Puede que ya no tanto. Es posible que todo eso nos guste cada día más al resto de mortales, cansados de ver siempre lo mismo y que en todos esté despertando el freak que llevamos dentro. Cuando menos a mí, la inventiva japonesa me parece muy estimulante, infinitamente más que la norteamericana y la europea.