El discurso del rey (the kings speech)
No es ningún secreto que los británicos en general (y los ingleses en particular) mantienen una curiosa relación de amor-odio con su Familia Real; no hay término medio, o les aman o les odian. Quizá sea por eso que también son los que mejor han sabido retratar las andanzas de sus monarcas. Hace cuatro años, Stephen Frears nos regaló en "The Queen" una muy humana recreación de la actual soberana, Isabel II, en los días inmediatamente posteriores a la muerte de Lady Di; por su interpretación de la reina inglesa, Helen Mirren ganó un merecidísimo Oscar. Este año, todas las quinielas auguran los mismos buenos resultados para Colin Firth por interpretar, precisamente, al padre de aquélla en "El Discurso del Rey".
Y no es para menos. Con su trabajo como el príncipe Alberto Federico Arturo Jorge, que pasaría a la historia como el rey Jorge VI, Firth está absolutamente sensacional; no es sólo la complejidad de plasmar la tartamudez de su personaje, sino todo lo demás que el actor británico le aporta, lo que convierte su interpretación en magistral. Bertie -apelativo familiar de Jorge VI- se nos presenta como un hombre apocado, lleno de inseguridades, y tan acostumbrado a ser un mero comparsa a la sombra de su padre (Jorge V) y de su hermano mayor (Eduardo VIII, de infausto recuerdo), que ha llegado a autoconvencerse de que ése es su lugar en el mundo, y que cualquier alteración de ese orden es un error. El relato no sólo de la superación de su discapacidad, sino también de sus propios temores personales en ese aspecto, forman el corazón de la película.
Al lado de Firth, encontramos a otro maestro (cuando quiere) de la interpretación, el australiano Geoffrey Rush, en uno de sus papeles más contenidos hasta la fecha. Él interpreta a Lionel Logue, el hombre que ayudó a Jorge VI a superar un problema, la tartamudez, que había traído consigo la práctica totalidad de las muchas inseguridades del soberano. Si bien el peso específico de la cinta recae sobre Firth, Rush consigue arrebatarle en muchos momentos la escena, aportando su característica retranca pero sin abocarse a la sobreactuación a la que suele ser tan propenso. Cuando ambos están en pantalla se producen algunas de las mejores escenas que se han visto en una pantalla de cine este año; su química juntos es absoluta desde la magistral primera secuencia que comparten, con algunos momentos de gran carga emocional (el encuentro entre ambos tras la muerte de Jorge V, la secuencia final del discurso tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial) y otros francamente humorísticos (la escena en que Logue anima a su regio paciente a soltar cuantos más tacos mejor, y todos de golpe). Si el guión de David Seidler es el corazón de "El Discurso del Rey", Firth y Rush son sin duda su alma y el pilar sobre el que descansa la cinta.
Junto a ellos dos, y si bien dispone de menos minutos en pantalla, Helena Bonham-Carter está igualmente espléndida, beneficiándose además de una caracterización que la convierte, casi, casi, en la viva imagen de la mujer a la que las generaciones más jóvenes de ingleses han conocido como la Reina Madre (sí, esa señora que se echaba al coleto un gin-tonic cada día y vivió hasta los casi 102 años).
Pero "El Discurso del Rey" no es sólo una película de actores, hay mucho más; es una certera recreación de una época, los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial, en los que la Familia Real Británica conservaba todavía ese halo de majestuosidad reverencial de los reyes y príncipes de antaño, que empezó a perder precisamente con las tropelías de Eduardo VIII con Wallis Warfield Simpson y sus amigos nazis, y que, tras los muchos escándalos vividos por sus miembros a lo largo de la segunda mitad del siglo, es ahora prácticamente inexistente, por mucho que a los ingleses les repatee reconocerlo. También es la historia de una amistad, la que surge entre el rey que no quería serlo y su extravagante logopeda, que propicia a la postre, como ya hemos dicho, una historia de superación, que sin embargo no cae en los topicazos épico-triunfalistas del cine americano. Y es que Jorge VI no consiguió curarse de su tartamudez, aunque sí logró reducir su impacto a la mínima expresión.
El director Tom Hooper (firmante de la brillante pero poco exitosa "The Damned United") consigue un equilibrio magistral entre los distintos palos que toca la película, sin caer en sentimentalismos baratos ni peloteo al servicio de la realeza. Ayudado por su excelente equipo de actores, consigue emocionar al espectador explicándole la historia de un hombre que tuvo que hacer frente al mayor de sus temores para ayudar a los suyos en su hora más oscura, y a fe que lo consiguió; una lucha que hubiese sido igual de titánica aunque ese hombre no hubiese sido Jorge VI, ni hubiese tenido que capear la mayor guerra de la historia de la humanidad. Y eso, ese sentimiento, es lo que convierte a "El Discurso del Rey" en una película tan magistralmente redonda.