127 horas (127 hours)
Un tipo de cine que me encanta es el que juega a dejar a su protagonista sólo en un ambiente pesadillesco, por lo tanto se obliga al personaje principal subsistir por sus propios medios. Ya sea en medio de una isla desierta como Tom Hanks en naufrago e incluso enterrado vivo como Reynolds en Buried.
El amigo de Spiderman James Franco protagoniza magistralmente la nueva aventura de Danny Boyle tras su Oscar por ¿Quieres ser millonario? Ya sabemos que el autor británico sabe provocar a la audiencia. Ya demostró buenas dotes con Trainspotting en el ejercicio de incomodar al espectador.
Nada mejor que inspirarse en un hecho real que transmite grandes valores. Una historia de superación personal del hombre enfrentado a la naturaleza. No creo destapar nada si me atrevo a contar la historia que todos sabemos. Ralston es un solitario aventurero que pretende escalar en Utah, allí sufre el inesperado accidente que le inmoviliza un brazo. Al comprender que su última salida es la amputación, no titubea en llevarla a cabo.
El estilo de Danny Boyle no es nuevo, videoclip puro y duro que en ocasiones ha lastrado algunos de sus trabajos, sin embargo para la ocasión funciona. Hablamos de un modo de vida basado en la acción sin descanso. Por tanto las fragmentaciones de pantalla, el ritmo acelerado, esos zooms, planos rápidos, grandes aglomeraciones orquestan un excitante juego hiperbólico que decae tras el accidentado suceso.
Entonces la transformación de James Franco es realmente dolorosa, ese macho alfa reconvertido en un desecho humano que ve el fin de su existencia en un paulatino desgaste físico y psíquico con algunos Flas Backs que hacen perder algo de ritmo aunque supongo necesarios para obtener un respiro por parte del espectador. La nada sonora, fotografía, la belleza de los parajes naturales en un himno a la supervivencia en una cinta que tiene todas las papeletas para el triunfo.