La llave de Sarah (elle sappelait sarah)
“La llave de Sarah” es una película descompensada en la medida en que uno de sus hilos narrativos es tremendamente más interesante que el otro. Por una parte, viajamos al París de 1942, donde asistimos al drama de la familia Starzynski, de origen judío. Por otra parte, seguimos la investigación que, en 2002, está llevando a cabo la periodista norteamericana Julia Jarmond acerca de dicha familia.
Ambos relatos se presentan de forma alterna. Mientras que la primera de las historias seduce, la segunda cansa, hasta el punto de desear que la película se centre únicamente en las desventuras de Sarah Starzynski. Por supuesto, este filme, como el libro que lo inspira, parte de la premisa de que ambas historias deben ser mostradas de forma alternativa. Sin embargo, considero que la adaptación podría haber tenido mucho más gancho e interés si se hubiera ahondado en la odisea de Sarah y su familia.
Sarah es la niña a partir de la que asistimos al horror de la guerra. “La llave de Sarah” nos habla de las deportaciones de judíos de la segunda guerra mundial, pero no de Alemania o Polonia, como estamos acostumbrados a ver y leer, sino de Francia. También somos testigos del mutismo de una población -la francesa- que mira para otra parte ante la desaparición de sus vecinos. En medio de ese caos está ella, Sarah, una niña judía que se convierte forzosamente en adulto de la noche a la mañana. Esa infancia arrebatada y sustituida por el dolor marcará toda su vida. La fuerza de su historia vital es, en definitiva, lo que sostiene esta película.