Siendo más de lo mismo, se agradece el tímido intento por romper por fin con el esquema caducado de las miles de películas que nos están llegando. Es decir, es algo más que una mera colección de sustos. Existe un torpe proyecto de clima de terror.

★★★☆☆ Buena

La trampa del mal (devil)

Desde que vi anunciada esta película quise verla. Pero como suele suceder, los trhillers suelen engañar y lo que a primera vista parecía que iba a ser una obra maestra, se quedó en algo medianamente aceptable.

La idea es un poco distinta (sólo un poco), el relato, inicialmente, está narrado con notable pulso, pero ya antes de llegar a la mitad del filme uno tiene suficientes datos para darse cuenta de que no va a ver nada nuevo. Lamentablemente, comienza la lista de tópicos, lugares comunes y sustos de manual que tanto daño causan no sólo a los que amamos al verdadero género del terror, sino que lo causan al cine mismo.

Las muertes que vienen de una en una, los asesinatos predecibles, el intento de sorprendernos con muertes originales, son factores determinantes para hundir cualquier película y desmontar toda la tensión que repuntaba durante el primer cuarto de hora. Hoy en día alguien que sea aficionado al cine de terror, frente a lo que verdaderamente siente pánico es a la mediocridad, idéntica a sí misma, de la millonada de cintas que nos llegan. Cansa el terror japonés plagado de sustos de circo y golpes de sonido, hastía el terror americano basado en psicópatas que acosan a grupos de estudiantes, fastidia la incapacidad para crear un verdadero clíma que se base en la angustia o el miedo, etc. Propongo un ejercicio para cualquiera que quiera corroborar lo que digo. Basta con escoger una batería de 50 filmes de miedo, al azar, de los últimos años y leer sus argumentos. 25 de ellos comenzarán más o menos así: 

-Grupo de jóvenes decide emprender una excursión, pero su furgoneta queda averiada en mitad de una carretera donde serán acechados por…

Las otras 25 versaran sobre el otro gran eje:

-Matrimonio feliz, con hijo, decide comprar la antigua mansión de las afueras del pueblo, donde no tardarán en oír ruidos, ver fantasmas. Y es que hace dos décadas fue asesinada brutalmente una familia en esa casa…

En el primer gran grupo de cintas en vez de grupo de jóvenes, puede ser fiesta de estudiantes, jóvenes convictos, etc. Da lo mismo porque siempre serán asesinados de uno en uno por el sádico de marras, a veces deforme o, por lo común, con alguna careta con agujeros. En la segunda categoría a veces puede ser una mansión, otras un vetusto manicomio, o una casucha construida encima de un antiguo cementerio, no importa: siempre se observarán los mismos sucesos paranormales causados por el fantasma del difunto asesinado que, muy cabreado, quiere que alguien escuche lo que tiene que comunicar.

Ésta es la poderosa inventiva de guionistas y directores. En el caso de La trampa del mal, ¡no te dejes engañar!, es una obra englobada dentro de la primera categoría: grupo de jóvenes… Sólo que aquí es un grupo de personas que cogen un ascensor. Pero invariablemente estas personas serán acosadas y decapitadas por el loco de turno, aunque aquí en vez de un carnicero con una máscara tiznada de sangre, es una loca que representa ser el demonio. Pero la mecánica es la misma. Sin novedad, sin originalidad, más de lo mismo. A valorar un tímido intento de ofrecer algo diferente. Y aunque con intentarlo no basta, se agradece el propósito de salir, cuando menos, del mismo ciclo de plagios, bobadas y colecciones de sustos que nos quieren vender como cintas de terror.

Hoy en día los que sin duda están redescubriendo la esencia del cine de terror son los europeos. Martyrs, Irreversible, À l’intérieur, A serbian film, etc, causan tanto rechazo como polémica. Pero lo que está claro es que sus directores se han dado cuenta de que había que remozar un género ahogado en sus propios tópicos.

publicado por Francesc Canals Naylor el 26 diciembre, 2010

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