Biutiful
Para algunos la vida suele ser insoportable, dolorosa, los días angustiosos, eternos, sin esperanzas y todo lo que hay a su alrededor, de alguna manera, pareciera que reproduce esa misma miseria: las calles por donde camina, la gente con la que trata, la comida, hasta la risa y la ternura parecen que llevaran algo de tristeza. Lo curioso de “Biutiful” es que su personaje principal, quien padece todos los males y vive la peor de las vidas, parece tener alguna razón para continuar en ese mundo sucio en el que le ha tocado estar.
¿Por qué? Nunca lo sabemos, todo lo que vemos es puro padecimiento y desespero. Alejandro González Iñárritu, nos ha acostumbrado a ver las miserias más íntimas del ser humano, lo hizo claramente con “21 gramos” (2003) y en “Babel” (2006) nos mostró el lado más sucio de la globalización; con Biutiful, esas miserias se ven innecesariamente aún más dolorosas, más inhumanas, más perversas.
Quizás sean los lineamientos guionísticos de Guillermos Arriaga lo que hizo falta, quizás tan sólo sea la cantidad de situaciones exageradamente trágicas, el cansancio de muchos de sus personajes, la sobre-elevada intención de hacer interactuar a africanos, chinos, latinoamericanos y españoles (cada uno con sus lamentos) de una secuencia a otra y algunos vacíos en la historia lo que no convence. El drama es exagerado y las ganas de contar una historia, que son muchas, se pierde entre los males de sus protagonistas.
Y si, la dirección es impecable, cada secuencia, cada plano, tiene ese sello y ese color azulado que entristece cualquier historia y que Iñárritu, ha sabido plasmar siempre con solvencia en sus películas. Y lo cierto también, es que con Javier Bardem, cualquier historia cobra un tinte de realidad casi supremo, lo que hace que valgan la pena más de 2h de película, de agobio y de inútil sufrimiento