Cabeza Borradora
Cabeza Borradora (Eraserhead, 1977).
Tras sus primeros cortometrajes, David Lynch, consiguió financiación por parte del American Film Institute para un guión de 22 minutos. La situación personal de Lynch, que se reflejaría en el largometraje, era complicada. Por una parte acababa de tener una hija, la también directora Jennifer Lynch, y no pasaba por una buena situación económica. Además, durante el rodaje del largometraje, que duró cinco años debido a problemas de financiación, se separó de su esposa.
Tras un parto tan doloroso, el filme llegó a las salas, provocando a propios y extraños. “Eraserhead” era un filme inclasificable pero que consiguió su público en las sesiones de medianoche, creándose un culto alrededor del filme y la figura de su director. También llamó la atención del director de cine underground John Waters, del director y productor Mel Brooks (que poco después le ofreció la dirección de “El Hombre Elefante”) e incluso del propio Stanley Kubrick que consideraba “Cabeza Borradora” su película favorita.
La primera obra de Lynch es un verdadero compendio de la personalidad de su director, de sus miedos, obsesiones y gustos, una difícil pero perfecta ópera prima que, aunque radical y difícil para un público virgen en la obra de este autor, se convierte en un pilar fundamental en su obra artística.
Argumento e interpretaciones: La pesadilla de la paternidad y la sexualidad.
La sinopsis de la película bien podría parecer la premisa argumental de una comedia de Alfredo Landa o, si nos ponemos más dramáticos, la de un largometraje “profundo” de Fernando León de Aranoa. Un perdedor sin trabajo que vive en una zona suburbial y peligrosa, sin éxito con las mujeres, se acuesta de casualidad con una chica y la deja embarazada, por lo que la familia de ella le obliga a casarse y responsabilizarse del bebé.
Pero, por supuesto, eso es solo la superficie. Es importante conocer la situación personal que vivía el propio Lynch cuando gestó su primera película. Sin dinero, aterrorizado por vivir en Philadelphia (una gran ciudad industrial, gris y siniestra en contraposición con los idílicos paisajes de su infancia) se le suma el embarazo inesperado de su pareja en dichos momentos.
El reflejo del terror a la gran ciudad se plasma en esa zona industrial donde nuestro protagonista, Henry, tiene que malvivir. Un conjunto de viviendas idénticas, grises y sucias, un apartamento mugriento, oscuro y claustrofóbico. Es posible que sea su obra más autobiográfica donde, incluso, incluye un pasaje que le ocurrió a él siendo testigo del asesinato de una persona desde la ventana de su propio edificio. En el largometraje Henry lo ve, en la realidad, Lynch escuchaba peleas,disparos y agresiones constantemente.
Pero el tema principal de la obra es la paternidad no deseada. El protagonista, Henry Spencer (interpretado por uno de los mejores y más fieles amigos de Lynch, el fallecido John Nance), al igual que su alias en la realidad, el propio Lynch, no desea ese hijo. Por lo tanto, en el filme, el bebé se representa como un ser repugnante y viscoso, sin ningún parecido con un ser humano pero extrañamente tierno aunque desagradable.
Porque lo más importante para poder entender y abarcar esta obra es conocer el punto de vista de la historia, algo fundamental en toda la obra de Lynch. Y aquí la película la ve el espectador desde los ojos de Henry Spencer.
En el cine de Lynch, la dualidad realidad/sueño está siempre presente. Pero todo lo que ocurre en la “realidad” está tergiversado por el punto de vista del narrador. Eso hace que el bebé sea un ente monstruoso porque es como lo ve el propio Henry, un monstruo que amenaza su vida gris pero apacible. O la memorable y clásica escena de la comida en casa de su novia, en el momento en el que Henry trincha ese repugnante pavo, cuyas patas imitan las piernas de una mujer, y escupe sangre como si fuera el periodo.
En esta obra no hay miedo solo al sexo sino a todo lo que lo rodea, reflejado en varias escenas, como la ya mencionada de la cena donde la madre de su novia le acosa sexualmente (idéntica a la escena de la madre del niño del corto “The Alphabet” o el acoso de Marietta a Sailor en un baño en “Corazón Salvaje”) o en la escena en la que la vecina de Henry le seduce para acostarse con él, siendo ésta la primera de muchas mujeres fatales del cine de Lynch. A Henry, el sexo y cualquier manifestación del mismo le aterra, ya sea el periodo de una mujer, las consecuencias del acto sexual (ese hijo mutado) o las insinuaciones de una mujer liberada, emparentándole con Jeffrey, el protagonista de “Terciopelo Azul” y, sobre todo, con el personaje de Fred Madison, el protagonista de “Carretera Perdida”, con el que este largometraje comparte más de un punto en común sobre todo en su primera media hora.
El teatro de la verdad: la confrontación con el propio yo.
Henry, aparte de tener una visión distorsionada de la realidad, intenta refugiarse de una vida patética a través del viaje interior hacia otros mundos u otras realidades. En su mente disociada viaja a otra dimensión que se encuentra dentro del radiador de su habitación donde una mujer, de rostro deformado pero dulce, le espera en un entorno que parece el escenario de un teatro, idéntico a esa famosa Habitación Roja de “Twin Peaks” donde Cooper debe enfrentarse a sí mismo y a sus demonios internos, al igual que Henry o el famoso Club Silencio de “Mulholland Drive” donde Betty, el personaje interpretado por Naomi Watts, asume lo que ha hecho y que su vida es una ilusión.
Porque en el cine de Lynch no existen los absolutos. Todos los personajes de sus obras deben enfrentarse a la oscuridad de su mente porque nadie es bueno o malo del todo. El teatro y esos entornos fuera del tiempo y del espacio, son el refugio mental de los protagonistas de las obras de Lynch, pero en todos ellos sus personajes deberán aceptar los actos cometidos, por atroces que hayan sido.
El mundo sonoro de David Lynch.
Al igual que el imaginario visual de Lynch es único e intransferible, también lo es el ambiente sonoro que acompaña sus obras. “Cabeza Borradora” podría decirse que es casi una película muda. Casi toda la historia está narrada gracias a las imágenes, y los diálogos de los personajes están reducidos a la mínima expresión, ocupando posiblemente un 20% del total del filme. Como dato curioso, el primer diálogo entre personajes ocurre a los 15 minutos aproximadamente de comenzar el largometraje.
Y es que, Lynch, demostró desde su primera obra que los diálogos no eran necesarios si arropaba sus obras de unas imágenes y un sonido que pudiera explicar lo que quería contar. Lynch usa la música y sobre todo los efectos de sonido (creados al unísono en esta película con su colaborador habitual Alan Splet) para realizar transiciones, para encadenar dos sucesos que en apariencia no tienen nada en común, pero que espectadores avezados serán capaces de reconocer y unir las piezas de un puzzle complejo pero apasionante.
En este filme, destacar sobre todo los sonidos de electricidad, habituales en casi toda su obra, que siempre anticipan algo que va a ocurrir. Transmisores de información, en su estado más primitivo, que nos alertan de manera instintiva.
Una obra diferente.
Es difícil tratar de explicar en profundidad una obra tan compleja y con tantas capas como este filme, el cual sorprende y se amplia cada vez que es visionado, es tal la capacidad de Lynch para profundizar en los insondables abismos de la mente humana.
Una película que es imposible clasificar en un género porque el mismo Lynch es un género por si mismo, un gigante del cine al que ese tipo de clasificaciones reduccionistas le vienen pequeñas. Una verdadera obra de culto, original y rompedora, imposible de imitar y que merece la pena para cualquier aficionado al cine que quiera ver algo diferente.