La última película de David Fincher es eso, una idea de cómo hacer una buena película sin recurrir a efectos especiales ni a grandes nombres estelares.

★★★☆☆ Buena

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Se trata de una  idea, y de cómo esa idea se convierte algo poderoso, que quién la dijo primero, eso no importa, lo que importa ahora es le dinero.  La última película de David Fincher es eso, una idea de cómo hacer una buena película sin recurrir a efectos especiales ni a grandes nombres estelares.  Cada plano es lento y preciso, y se contrapone a la velocidad con la que habla el protagonista. El problema es que se queda en ideas, en conceptos jurídicos y palabras cibernéticas que no se entienden, o que por lo menos no todos entendemos, pero la clave está allí, escondida detrás de la fabulosa fotografía, de la cámara lenta en algunos de sus planos; Allí debajo, de lo que parece ser una obra maestra de la puesta en escena, está el poder,  la codicia, la inteligencia, todo está en juego, los miedos, las élites, los clubs, las fraternidades, la necesidad del hombre de pertenecer a algo, de ser reconocido, de ser el primero, la envidia, el deseo; todo está allí, pero en alguno momentos de la película, dejamos de verlo.

Lo mejor: La dirección
Lo peor: demasiados líos jurídicos
publicado por Camilo Useche el 10 noviembre, 2010

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