Para el director, la violencia no es lo importante, las consecuencias sí: el miedo y las dudas sobre la fe.

★★★☆☆ Buena

De dioses y hombres (des hommes et des dieux)

Otra película basada en hechos reales, esta vez del, primero actor y después brillante director, Xavier Beauvois. El realizador francés, con pocos largometrajes en su haber, ya se ha hecho un nombre entre el panorama cinematográfico europeo a base de premios en importantes festivales. Entre ellos el de Cannes conseguido por este filme que narra los trágicos sucesos vividos por un grupo de monjes de un monasterio del Norte de África.

Situados en el frente de guerra, entre terroristas fundamentalistas y el gobierno, los religiosos se encuentran perfectamente integrados con la población rural; con los que comercian, a los que sanan física y espiritualmente e, incluso, ayudan en labores administrativas para comunicarse con el antiguo país colonizador. Sin embargo, las relaciones con las dos facciones en litigio son más que tensas. Mientras el ejército les conmina a que abandonen el país, las acciones de los terroristas amenazan su integridad: acaban de degollar a un grupo de europeos que trabajaban en una fábrica y se les espera pronto entre los muros del monasterio. Tendrán que tomar una decisión; y pronto: abandonar la misión o aguantar.


Planteado el conflicto general, Beauvois se centra en las múltiples disputas individuales, tantas como monjes hay. La pugna interior de cada uno saldrá a relucir cuando el prior les anuncie un período de reflexión para decidir si irse o quedarse. Por un lado, la labor que hacen allí es importante, tanto que los habitantes del pueblo, todos musulmanes, les presionan para que no les abandonen; pero en el otro extremo de la balanza pesa mucho el miedo, que provocará algo mucho peor: dudas sobre su fe.

Lo que no crea incertidumbre es la intencionalidad de la película. Esencialmente católica -puede ser uno de sus lastres-, tiene un doble objetivo: por un lado aboga por la lucha personal para conseguir la paz interior. Por otro, se une al mensaje de varias películas que afirman que la convivencia entre personas de distintas creencias y cultura es posible. Y más si los problemas son comunes, y si estos hablan de necesidades básicas como la alimentación, la sanidad o el comercio.

Beauvois también denuncia con su cinta que sólo el poder, y los intereses asociados a él, son los que provocan el enfrentamiento. Y alguna excusa habrá que dar: en este caso, la religión. Para el director, la violencia no es lo importante, las consecuencias sí. El miedo, las dudas, la inquietud, las refleja muy bien el realizador cuando utiliza los primeros planos de los monjes. Sus rostros, las miradas y las arrugas nos dicen más que cualquier diálogo. Dreyer podría estar ahí, en la mente de Beauvois, y a nadie le extrañaría.

El problema de Des Hommes et des Dieux es la disociación que se produce entre director y espectador en algunas secuencias. Aquellas en las que el director alarga el tiempo en exceso para que la meditación de los personajes sea también la del público. No ocurre igual cuando el silencio interior se acompaña con bellas imágenes, casi bucólicas, de las labores del campo. Y es que la fotografía es uno de los activos de la película, sin duda.

También el trabajo de los actores, en especial de Lambert Wilson (aquel jefe de expedición en El Dorado de Saura) y de Michael Lonsdale. El veterano actor da vida a un “hombre libre”. Un monje enfermo, que cuida de la salud del resto; con una fe de hierro, sin resquicios, y que, por tanto, está preparado para morir. De ahí radica su libertad.
publicado por Ethan el 7 noviembre, 2010

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