My son, my son, what have ye done
No me digáis que, sabiendo la trayectoria de un director como Werner Herzog, no os apetecería ver un film prácticamente desconocido, producido por David Lynch y protagonizado por Willem Dafoe y Chloe Sevigny. Además, tal y como lo tenían vendido, sería un thriller con crimen y secuestro de fondo. O sea, la repera, una de las películas que con más ganas esperaba ver.
Y sin embargo, vaya decepción. Decepción mayúscula. Herzog, director extremo y arriesgado, en esta ocasión se adentra en el enfermizo personaje protagonizado por Michael Shannon (gran actor pero que parece estar destinado exclusivamente para ese tipo de papeles) para intentar llevar al cine un asesinato ocurrido en la vida real.
Y entre escena hablada y escena hablada, flashbacks. Y la trama que no avanza y nos lleva por la paranoia de un hombre que cree hablar con Dios y que confunde la fantasía con la realidad. Tal vez haya más mano de Lynch de lo que pueda verse, porque la verdad es que tal desvarío parece más del director americano que del alemán.
El protagonismo lo tiene Michael Shannon, y el resto danza alrededor de una historia tan críptica como incomprensible. Tal vez para alguno que sepa interpretar lo que quiere decir cada secuencia le encuentre la gracia, pero o me he perdido mucho o esta película es una tomadura de pelo. Una pena.