Robin Hood 2010
No tenía muchas espectativas puestas en esta película. Tal y como la planteaban en la campaña publicitaria, la premisa me recordaba bastante a la de El Rey Arturo (King Arthur, 2004). La idea parecía ser coger a un personaje histórico y tergiversar la imagen popular que se tiene de él, dándole un toque más realista. No es una idea mala, pero no me gustó cómo fue llevada en King Arthur. Si tan realista querían enfocarla, ¿a qué vino la escena de la batalla sobre el hielo, sino para lucimiento de los efectos especiales?
Pero una vez dentro del cine, me fui dando cuenta de Robin Hood iba en otro plan. Digamos que es un filme más consciente de sí mismo, el guión es ligero y está salpicado con bastantes toques de humor aquí y allá. Para que el guión fuera más serio, no habrían puesto que el Rey Ricardo es asesinado por un cocinero que pasaba por allí, por ejemplo.
Gracias a todos los detalles de este estilo, lo que no se puede decir es que la película peque de aburrida.
Al final resulta que no nos han querido contar una nueva versión de la historia de Robin Hood con un giro hiperrealista, sino que más bien de una precuela a la leyenda que todos conocemos.
Probad a ver la versión de Kevin Costner de 1991 inmediatamente después de haber visto esta. Creo que os sentiréis como si estuviérais viendo una segunda parte, sólo que con distintos actores.
Bueno, más o menos. En la de Kevin Costner también cuentan un poco una versión del origen de Robin Hood, pero creo que me hago entender.
A nivel formal, la calidad de este filme estaba asegurada, ya que tras las cámaras se encontraba el mítico Ridley Scott, que ya tiene una gran experiencia en películas históricas, siendo el autor de 1492: La Conquista del Paraíso (1492: Conquest of Paradise), Gladiator (universalmente aclamada) y El Reino de los Cielos (Kingdom of Heavens).
Pero se pueden sacar bastantes diferencias de Robin Hood respecto a estas tres obras anteriores. De buenas a primeras, el tono es más alegre, como ya he mencionado antes.
Y además, el nivel de violencia gráfica ha disminuído notablemente. Ya no tenemos el brazo cercenado ni las matanzas indígenas de 1492, ni los sangrientos combates en la arena de Gladiator, ni la montaña de cadáveres del final de El Reino de los Cielos. Esta vez la violencia es mucho más, digamos, slapstick. Hay veces que ni siquiera vemos donde acaban las flechas que se han lanzado, y la única decapitación que tiene lugar sólo se deja intuír. La única excepción sería quizá la muerte del villano al final, pero ni siquiera ello llega a ser muy hardcore.
Esta disminución en el nivel de gore puede verse como algo bueno o no. Yo personalmente disfruto los festivales de higadillos en las películas de zombies, pero evidentemente esa no tiene por qué ser la mejor elección estética a la hora de abordar un filme histórico.
La maestría del director es evidente a la hora de coordinar tantísimos extras y escenas elaboradas, si bien es cierto que nos ha ofrecido mejores espectáculos en ocasiones anteriores. La batalla final está casi demasiado bajada de tono, parece una versión light del desembarco de Normandía.
La interpretación de los actores en general ha estado bastante bien, la elección de Mark Strong como el antagonista Sir Godfrey ha estado bastante acertada. Este actor llama la atención desde antes de que Robin le marque con una flecha, y después ya ni te digo. Es un villano clásico, quizá un poco esteriotipado, pero con unas miradas que te hacen temer por la integridad física de los personajes que comparten pantalla con él.
Russel Crowe por otro lado no me convenció en absoluto. Tiene la misma expresión unidimensional durante toda la película.
De todos modos, en resumen, se trata de una película entretenida, con un guión ameno y unas imágenes lo suficientemente atractivas para disfrutarla de principio a fin.