El arranque oficial de la Nouvelle Vague

★★★☆☆ Buena

El primer largometraje de Claude Chabrol es un hito en la historia del cine. Esta película, sobre el regreso de un hombre enfermo a su pueblo natal, significa –para la mayoría- el arranque oficial de la Nouvelle Vague. El rodaje con escasos medios es todo un ejemplo para el resto de cineastas del movimiento. Chabrol utiliza la herencia que acaba de recibir su mujer y crea la compañía AJYM (siglas del nombre de su esposa, Agnes y el de sus hijos Jean-Yves y Matthieu). El resultado es una película muy simbólica (veremos que con exceso) y algo torpe en su realización, pero entusiasta y con mucho atractivo.

El aún rudimentario Chabrol se arma de toda su cinefilia para rodar con algunos encuadres barrocos a imagen y semejanza de Orson Welles. La osadía de sus planos se agradece hoy en día casi más que en el estreno. Los fallos en la trama y en el ritmo se perdonan por la singularidad de esta cinta con respecto al resto de su obra. Todavía no tenemos al Chabrol de El Carnicero, pero sí a un apasionado por el cine: en El Bello Sergio es director, guionista, productor y hasta actor. Las ganas de hacer cine destacan sobre todo lo demás.




Ese arrebato por fotografiar una historia, en parte autobiográfica, es la que le lleva a caer en un exceso metafórico. Francois (Jean-Claude Brialy) regresa a Sardent (el pueblo donde se rueda la película) para recuperarse de la tuberculosis que sufre desde hace tiempo. Allí se encuentra con sus amigos de la infancia: Serge (Gerard Blain) y Marie (Bernadette Lafont, mítica intérprete de Chabrol). Descubre que Serge se ha quedado atrapado en el pueblo desde que dejó embarazada a Yvonne (Michele Meritz). El matrimonio forzado y el nacimiento de un hijo deficiente, y su posterior muerte, no han hecho más que empeorar las cosas y provocar la caída en picado de Serge que se consume poco a poco en alcohol. La película se convierte en el Vía Crucis particular de Francois que se sacrifica, y pone en peligro su vida, para salvar a su amigo.

La parte final del filme es demasiado explícita: cruces en las ventanas, alambradas de espinas, apaleamiento del protagonista y conversaciones con el cura del pueblo (“¿te crees Jesucristo? Eres demasiado orgulloso” “Me da igual si lo soy o no, lo que importa es ayudar a Sergio”) se vuelven, paradójicamente, contra la Iglesia. Chabrol recuerda la raíz de la religión católica y la posición actual tan lejana del clero. De hecho, el director francés declaró que lo poco de cristiano que le quedaba se esfumó con esta película.

El Bello Sergio es una de las cintas que más queremos de Chabrol. Aunque sólo sea por lo que significó: el pistoletazo de salida a una extensa producción, de una enorme calidad.
publicado por Ethan el 12 septiembre, 2010

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