Where danger lives
En nuestra búsqueda insaciable de buen cine negro nos hemos topado con una joya injustamente olvidada. Una película oscura de un gran director y escritor: John Farrow. Padre de Mia Farrow y marido de Maureen O’Sullivan (la famosa Jane de Tarzán, a la que le reserva un papel secundario en este drama), es autor de filmes de muy buena factura (recomendamos al menos dos: El reloj asesino y Mil ojos tiene la noche), entre ellos este largometraje que roza la obra maestra.Jeff es un joven médico (Robert Mitchum) que comienza su carrera trabajando como cirujano en un hospital. Allí se enamora de Margo (Faith Domergue), después de que ella ingresara tras un intento de suicidio. Margo le domina y le hace creer que es soltera, pero no libre del todo por la interferencia de un padre posesivo (Claude Rains). El engaño funciona hasta que Jeff se enfrenta con él y descubre que en realidad es el marido. Farrow define el triángulo; y éste resulta fatal.
Mitchum, con el mismo registro que tendrá en Cara de Ángel (Angel Face de Otto Preminger, 1953) -eso sí, aquí con algo más de categoría, en tres años Preminger lo degradará a conductor de ambulancia-, resulta igual de manipulable por las mujeres. El masoquismo del personaje es alarmante. El espectador sabe que se va a meter en problemas. Lo intuye por la sombría estética, por la dureza de los rostros, por la ausencia de romanticismo en unos diálogos que hieren.

Por su parte, Claude Rains también da vida a su personaje más aplaudido: el de cínico, aparentemente tranquilo, extremadamente educado, un hombre adinerado que no le importa casarse con una mujer mucho más joven que él, aún sabiendo que va tras su dinero. En la inevitable pelea entre el médico y el marido Jeff resulta herido, sufre una conmoción cerebral que le aturde y confunde. La pareja decide huir; más bien es Margo –prototipo de femme fatale– la que toma esa determinación ante la poca resistencia de Mitchum que vive con un permanente dolor de cabeza, y con el remordimiento del asesino, certificando así la pesadilla en la que se convierte su particular viaje a los infiernos.
La cinta arranca de nuevo, y entra a formar parte del subgénero oscuro más interesante: el de la pareja que huye fuera de la ley. Where danger lives resulta menos romántica que Los Amantes de la Noche (They Live by Night de Nicholas Ray, 1949) y Sólo se vive una vez (You Only live once de Fritz Lang, 1937), pero la fatalidad se ceba igualmente con ella; no es tan moderna como El Demonio de las Armas (Gun Crazy de Joseph H. Lewis, 1949), pero sí más negra; tanto que llega a alcanzar a Detour (Edgar G. Ulmer, 1946) por el ambiente de pesadilla que vive el protagonista.

La huida es dramática. El destino es implacable con ellos; y aún peor ya que el amor que podría redimirles va desapareciendo poco a poco, igual que se van mermando las facultades del protagonista. Y es que la herida de Jeff es física, pero también psicológica. La nebulosa en la mente del protagonista coincide con la propia del género. Sombras distorsionantes, trama borrosa, ambigua y subversiva, mujer psicópata y dominante tejen un obscuro envoltorio que agobian al personaje; y que no le dejan otra salida que la de escapar hacia delante, sin posibilidad de regreso, al menos hasta que ese terrible dolor le deje pensar con claridad.
Los equívocos del malintencionado guión consiguen llevar a la pareja a la destrucción típica del cine más negro. La fotografía se ensaña con ellos, incluso de día. También los personajes con los que se cruzan. Todos sacarán provecho de los pocos bienes que les quedan. El saqueo previo al hundimiento. Pero que nadie se lleve a engaño, es John Farrow el que abre la espita, el que los arrastrará hasta el maravilloso y trágico final.