ManiquÍ
Se trata de la primera colaboración de Borzage –y la mejor de las tres películas que hicieron juntos- con Joan Crawford, actriz preferida del director junto a Margaret Sullavan. Mientras con la primera se centró en el melodrama (los tres filmes citados son excelentes muestras del género), con la segunda prefirió denunciar la amenaza totalitaria que se cernía sobre Europa. Ambas coincidieron en otro gran logro de Borzage: La Hora Radiante (The Shining Hour, 1938).Para el desarrollo de la trama de Maniquí, Borzage se apoya en la figura de la típica trabajadora de 9 a 5 (Joan Crawford en uno de los mejores momentos de su dilatada carrera) y en el entorno de la depresión de los años treinta. Como Ginger Rogers en Espejismo de Amor o en la comedia La Muchacha de la Quinta Avenida, o la propia Joan Crawford en otro melodrama de éxito: Amor en Venta, entre muchos otros, la actriz da vida a Jessie, una joven que desea salir de la pobreza más por la angustia que provoca vivir con una familia en paro, donde ninguno de sus miembros mueve un dedo por buscar trabajo, que por ambición personal. Para lograrlo fuerza una boda con su novio Eddie (Alan Curtis), otro fracasado que sólo espera una oportunidad para hacer dinero fácil. La secuencia del arranque es especialmente emotiva por la desesperación de Jessie que no se atreve a subir las escaleras de su propio portal y prefiere arrojarse a los inseguros brazos de Eddie.

Borzage utiliza el recurso del primer plano para las secuencias románticas y dramáticas con la ayuda inestimable de la fuerza del rostro de Joan Crawford. Así, la cinta se convierte en un filme atractivo con escenas muy destacadas sobre todo aquellas en las que los protagonistas comparten plano: las del baile, cuando se conocen; la de la fiesta en casa del magnate, con un simpático Tracy "despachando" a una pareja con dos copas de champán para quedarse a solas con Joan; y el viaje de novios, haciéndose bromas muy relajados en lo que parecen tomas improvisadas de una cámara oculta, mérito de Borzage, pero también de ellos.

Mención aparte merece la secuencia del desfile de modas. La que da el título a la película y que sirve para promocionar la cinta. Vestida por Adrian, y entre los decorados de Cedric Gibbons –ambos grandes profesionales de la Metro-, Joan Crawford está en su salsa, muy elegante, luciendo trajes "de anfitriona en una reunión para tomar el te", "para la cena" o "de fiesta". Es cuando nos sentimos identificados con Spencer Tracy que no sale de su asombro mientras la estrella luce los vestidos mejor que cualquier modelo profesional.
En Mannequin podemos encontrar, prácticamente, todos los elementos característicos del estilo creado por Borzage: melodrama romántico, donde las mujeres son las protagonistas; heroínas al borde del abismo, que consiguen salir adelante gracias al amor que lo puede todo; amor que consigue rehacer sus vidas y las de sus amantes, para perdurar eternamente, más allá de la muerte.