La casa del Ángel
Película importante del cine argentino, la responsable de que fuera conocida y apreciada en Europa la obra de Leopoldo Torre Nilsson (fue nominada a la Palma de Oro en Cannes). Es, además, la primera colaboración entre el director y Beatriz Guido, su mujer, autora de la novela y también del guión. Se puede decir que La Casa del Ángel conduce la nueva ola del cine argentino por la forma de narrar la extraña relación entre una joven, casi una niña, y un político en plena carrera ascendente.
La cinta pertenece a la segunda etapa del realizador, donde su cine personal se puede desarrollar con libertad tras el derrocamiento del General Perón y la desaparición de la censura. Apoyándose en un largo flash-back, Leopoldo Torre Nilsson dirige una trama que se vuelve cada vez más oscura, y que desemboca en la muerte en vida de la pareja protagonista. El director alterna los puntos de vista de ambos personajes: desde la repentina madurez de la adolescente, narrada con una adecuada voz en off, a los problemas de conciencia del parlamentario. De esta forma, Torre Nilsson consigue una particular mezcla de melodrama y trama política; aunque con claro predominio del primero.
Correctamente interpretada por sus desdramatizados personajes, La Casa del Ángel refleja la dura educación católica, la corrupción política, y el falso romanticismo de una época decadente. Por encima de todo ello predomina, y dirige el drama, las consecuencias de la represión sexual en el seno de una aristocracia que vive sus últimos años de gloria. El realizador -cinéfilo- aprovecha secuencias del Águila Negra (The Eagle de Clarence Brown, 1925) para señalar el despertar de la pasión en la protagonista, que ve a Rodolfo Valentino como el símbolo de todo aquello que le es negado. Es esa escena la más destacada del largometraje, junto al enfrentamiento de la pareja y la reacción de ella ante el duelo final.
La muy personal realización del director argentino consigue dotar de una áurea buñueliana a la historia, pero sin ninguna concesión al humor negro del director aragonés. La cinta de Torre Nilsson también podría asociarse con el subyugante cine del primer Alain Resnais, donde objetos inanimados y personajes se combinan para formar parte de la historia. La secuencia inicial del flash back, con la tentación de la prima y la presencia de las estatuas censuradas, va en esa dirección. Igual que la amenazante y barroca casa del título. Su protagonismo se va agrandando conforme avanza el metraje y se descubre su pasado de violencia. Nada nuevo en el cine del director bonaerense donde las mansiones cobran vida gracias a los secretos que esconden (véase La Mano en la Trampa, 1961).

Y es que Torre Nilsson se repite cuando emplea actores de la talla de Elsa Daniel (en este caso se nos antoja algo mayor para el papel, pero excelente en todo caso) y Lautaro Murúa (cotizado actor y futuro director); cuando los hace partícipes de una puesta en escena estilizada gracias al punto de vista de su cámara; siempre inmersos en el mismo entorno de burguesía puritana agonizante, obsesión dramática de su compañera Beatriz Guido. Nosotros no podemos hacer otra cosa que dar las gracias por esa insistencia; es la que llena de calidad a filmes como La Casa del Ángel.