Las colinas tienen ojos
El tema de los mutantes, de las pruebas nucleares, de los deformes que te atacan con una sierra mecánica, es apasionante si se hace bien. Y en esta película está muy pero que muy bien hecho.
Si resigo la línea de mis críticas de cine me doy cuenta de que soy más estricto que la señorita Rottenmayer de Heidi, por lo que el hecho de que a esta obra le ponga todas las estrellitas supone no que es buena, sino que es un pedazo de obra maestra como la copa de un pino.
Y no me da miedo catalogarla como tal. Sé que el tiempo hará justicia a esta producción que no ha sido muy bien acogida entre las ánimas sensibles que repudian el gore. Pero es que cuando algo tiene gancho, tensión al límite, una trama descabellada, desenfreno, inteligencia, sangre a raudales, imaginación y un director brillante que tiene las ideas claras, no puede dársele otro nombre. A eso se le llama Terror, en mayúsculas, y no lo que nos quieren vender por ahí.
Sí, es un remake, ¿y qué? ¿Desmerece por serlo? Tan difícil es inventarse un argumento innovador como coger uno ya revisitado mil veces para remozarlo y darle un toque personal que convierta a la película en algo, de hecho, tan nuevo como el original. Tiene mucho mérito.
Acción trepidante en un paraje desértico sin escapatoria. Una de las claves de la película es que te metes de lleno en la piel de los personajes y piensas qué harías si tú te quedaras tirado con tu mujer y tu bebé en una carretera hacia ninguna parte, acosado por sádicos que parecen venir de otro planeta y que comen carne humana.
El personaje más insoportable al principio, el joven de las gafas, es a la postre el que mejor cae y el que aprovecha la tesitura para sacar todo su potencial de héroe. En cambio, el envalentonado adolescente, quien al principio se cree con derecho a llamar cobardes a los demás, acaba corriendo como un idiota delante de un mutante, disparando hacia atrás sin mirar y desaprovechando todas las balas. Y es que este averno arranca la verdadera esencia de cada personaje, menos de quienes, claro está, son asesinados sin oportunidad de lucirse, ya sea a base de quemarlos, decapitarlos, empalarlos o cualquier otra muerte de un gore enfermizo pero extraordinariamente logrado.
Como debe ser, una vez empezada la acción, no hay tregua para que demos un respiro, se huye de diálogos ñoños, de escenitas románticas y otras estupideces con que infinidad de filmes de este género nos machacan sin percatarse de que al hacer eso destruyen con torpeza todo el clímax. El horror es un clima que debe crearse despacio pero sin concesiones, y a fe que aquí se consigue suscitar esa sensación desde los primeros elementos lúgubres del inicio. Confrontados con la felicidad civilizada de la familia perfecta, que arrastra en su caravana todo el candor del sueño americano, se erige un muro infranqueable de maldad insana e incomprensible con ganas de masacrar (a lo texano) todo cuanto respire. Pero al final, la bondad vence… ¿O no?
En definitiva es una catarsis para disparar la adrenalina de cualquier amante de las sensaciones fuertes. No te defraudará aunque seas asiduo al horror extremo. Recomendable cien por cien, sobre todo si creías que hoy en día ya nadie era capaz de hacer buen cine de terror.