The broken
Una radióloga, mujer hermosa y felizmente emparejada con un arquitecto francés, acude junto a éste a una celebración familiar. Durante la fiesta, inexplicablemente se rompe en añicos un gran espejo del comedor. A partir de aquí, la vida de la mujer cambiará. Un día aparece de la nada un doble suyo. Horrorizada con este encuentro paranormal, pierde el control de su coche y sufre un accidente. Tras recuperarse y volver a su rutina, todos sus allegados parecen haber cambiado de personalidad. La pregunta es, ¿son realmente los mismos de antes?
El terror es un clima, y un clima no brota de la nada, debe construirse poco a poco. The broken no logra crear esa atmósfera. Así, tenemos en la larga lista otra cinta más que aspira a rozar esa cima denominada terror pero, al no saber hacerlo, se construye a base de sustos y efectos de sonido. Sin embargo, sí se nota una voluntad por dotar al filme de una bien construida atmósfera que llegue a sugestionar adecuadamente al espectador. Así, por ejemplo, en todo momento existe una iluminación escasa, sonidos de tensión y, cabe decir, descaradas reminiscencias hacia la obra clásica El exorcista. Por ejemplo, las conversaciones que los doctores mantienen con la paciente hablándole de trastornos mentales, pruebas de rayos X, etc. U otras escenas, tales como cuando ella sube por una escalera corredera al oscuro altillo, o la inconfundible pelea de perros asilvestrados, con ese sonido de gruñidos mientras nos vamos a un plano de un edificio gris.
Argumento muy lineal, bastante previsible, que adolece de momentos innecesariamente lentos y en los que se persiguen pistas o momentos que son explicados con insultante redundancia.
El filme no es más que un remake encubierto, y bastante pobre, de la obra (también clásica) La invasión de los ultracuerpos. De modo que, en definitiva, se trata de otra muestra de la falta de inventiva y talento que recorre el cine de terror en general. Los amantes del género seguiremos a la espera de que nos llegue por fin alguna obra que sí sepa transportarnos a ese solitario monte, donde uno tirita de miedo y se dice a sí mismo: Por fin lo he encontrado, esta es la verdadera angustia opresiva que andaba buscando.
Mientras tanto, nos tenemos que conformar con los sucedáneos del miedo, es decir, esas mediocridades que algunos llaman películas de terror no siendo, en verdad, más que colecciones de sustos previsibles a golpe de sonido.