“”un más que correcto Jackie Earle Harley embutido en un maquillaje hiperrealista que no deja de ser el Freddy de toda la vida consigue que no se eche de menos el carisma de su antecesor””

★★★☆☆ Buena

Pesadilla en Elm Street: el origen

  Nuevo remake de un clásico de terror de la productora Platinum Dunes, empaquetado y presentado con el mismo envoltorio que los precedentes, véase reparto con caras bonitas, fotografía hiperestilizada y relectura del mito con cierta exploración freudiana. La marca de fábrica Michael Bay cercena las posibilidades de un alejamiento real de los originales para recorrer un camino adiestrado y decorado por dignos valores de producción. El debut de Samuel Bayer no ofrece sorpresa alguna pero si consigue una revisión dinámica y personal de un icono demasiado popular para ser desplazado del estatus de culto que le acompaña desde los ochenta. 

Freddy Krueger, de hombre del saco a superstar, vuelve a sus raíces malignas y oscuras.  Pero en esta ocasión reaparece como una figura patética, incluso desvalida, que no representa tanto al mal en estado puro como al poder venenoso de la culpa y la debilidad como motor de la decadencia y el camino hacia las tinieblas de la voluntad humana. La sombra de la pedofilia, un recurso muy bien utilizado en la construcción de la trama, es un elemento valiente y coherente para remodelar la figura del hombre quemado. También la de los protagonistas, adolescentes marcados por el trauma, tan afectados como los de la saga Crepúsculo, vacíos y aislados, faltos de vida y representados como una entidad abandonada por el cariño de unos padres demasiado ensimismados en sus propios trabajos como para crear un tejido familiar sano.

 Hay varios detalles que diferencian éste de otros horrores adolescentes de multisala. Cobra un nuevo sentido la presencia de actores perfectos que no llegan encarnar estereotipos, porque sencillamente sus personajes viven en un mundo plagado de sobreinformación, tecnología, conexiones a internet y cortafuegos que castran la individualidad confundiendo personalidad con habilidades. Así que tanto da que muera uno u otro, pues se disputan el protagonismo de la cinta según quién consiga sobrevivir a los primeros 40 minutos de metraje. Sus muertes en el mundo onírico suceden rápidamente y apenas permiten el juego sádico de un Krueger sólo presente en esporádicas apariciones a base de golpetazo de banda de sonido y juegos de montaje.

No hay mucho sitio para la leyenda y la estructura del film es la de una investigación típica del cine de fantasmas, en especial los que se aparecen desde oriente, donde hay un secreto del pasado que ayuda a explicar la presencia, incuestionable para el espectador avisado, de un asesino dentro de los sueños. La iconografía infantil y la presencia constante de melodías alucinadas demuestran el talento para las atmósferas del director, demasiado preocupado en la estética como para limar los diálogos innecesarios, totalmente prescindibles y reiterativos, acumulados a lo largo de un guión que desaprovecha las posibilidades de las representaciones oníricas y el potencial que desprende esa licencia para saltarse las normas de la narración que ofrecen las escenas de sueños. Queda, eso sí, una curiosa reinterpretación del monstruo y de su historia, una ambigüedad atrevida que se afronta con respeto por un más que correcto Jackie Earle Harley embutido en un maquillaje hiperrealista que no deja de ser el Freddy de toda la vida pero consigue que no se eche de menos el carisma de su antecesor.

Lo mejor: Diseño de producción, fotografía, música,harley...
Lo peor: El guión
publicado por Jorge Casanueva el 25 julio, 2010

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