Chloe
Resulta extraño encontrar en la producción norteamericana actual, esa tan propensa a las remakes (rehechuras de exitosos filmes de diversas nacionalidades, adaptadas al paladar del público yanqui), una producción que se empareje en calidad y logro artístico, e incluso supere tibiamente, a su modelo. Cuando, quien esto escribe, saturado de tanta remake insufrible, cree que este fast food’s resource es un atentado constante al buen gusto, y existen nimias probabilidades de encontrar una que no provoque migrañas, sucede el milagro. Si; como decía el bueno de Ripley: “crease ó no”. Para lograr una decente rehechura, hay que mezclar unos cuantos ingredientes. En primer lugar, procurar que está producción norteamericana la dirija un director no norteamericano, ó por lo menos, uno que no arrastre todos los enviciados clichés de la cinematografía de la meca. Segundo, que la película la protagonice gente (actores/actrices) sin ínfulas de star system ni divismos, que sea talentosa y muy profesional. Tercero, que el guión tenga peso específico, y una cierta identidad propia, más allá de estar adaptado de otro, el original. Homogenizada la mezcla, y agregándole buenos condimentos, entiéndase: artistas competentes en los rubros técnicos, el plato puede resultar muy satisfactorio. A este tipo de menús pertenece “Chloe”. Adaptada de un filme francés menor, de relativo éxito internacional, “Natalie X” (Anne Fontaine, Francia, 2003), “Chloe” tiene cómo principal mérito, la delicadeza conceptual que le aporta al género del thriller dramático, con erotismo incluido, un realizador de la talla del armenio canadiense Atom Egoyan. Director más afín a un pulido perfil de guión, de actuación y de puesta en escena, que al regodeo visual, Egoyan (Exótica, The sweet hereafter, Felicia’s journey, Ararat) intensifica el dramatismo dotándolo de suspenso sugestivo muy bien dosificado. El resultado de este ejercicio redunda en un filme sobrio, que se parece a su original en elegancia y explotación de la sensualidad, pero que lo supera en el resultado por el afinado guión y la superlativa labor de tres intérpretes de la talla de Julianne Moore (Sunshine, Blindness), Liam Neeson (Schindler’s list, Taken) y la muy joven, bella y prometedora Amanda Seyfried (Mamma Mia!, Jennifer’s body, Alpha dog). El argumento nos presenta a una ginecóloga (Moore) de clase media alta, obsesionada con la posibilidad de que su esposo (Neeson), un prestigioso compositor musical, la engañe asiduamente con toda joven que se le cruce. Para ello, contrata a una dama de compañía/ prostituta de nivel: Chloe (Seyfried), a la que constantemente observa en delicada faena (de acompañar, no en la otra). Lo que comienza siendo un simple trato comercial, por el cual la chica debe confiarle a la doctora los pormenores de su furtiva relación con el marido de esta, termina convirtiéndose en un acercamiento ambiguo, apasionado, irresistiblemente lésbico, entre ambas mujeres. Al triángulo amoroso/ sexual, se incorpora el adolescente hijo de la pareja (Max Thieriot) quien también es seducido por la chica, como parte de su desesperado plan para alejar a la madura mujer de ambos hombres, y conquistarla definitivamente, pues, se ha obsesionado con ella. Moore consolida otra gran actuación, de esas a las que nos tiene acostumbrados; y Neeson está en un registro más que correcto. Sin embargo, es la meticulosa interpretación de Seyfried la que se lleva los mayores lauros. Ese cruce de vulgar perversa sensualidad y sensible ingenuidad, le dan un toque subyugante a su papel como prostituta atormentada por la sensación de que su profesión la hace desmerecer un sentimiento tan noble como el amor; algo que, también, les transmiten todos los que la prejuzgan a través de sus reacciones frente a ella y el trato que le dan. A todo eso, hay que agregarle su arriesgada exhibición sexual, mostrando su agradable cuerpo, que dista de ser perfecto, pero que invita a ver. Este placentero exhibicionismo (nada gratuito) también es mérito del director, pues, sabe utilizar los desnudos funcionalmente en sus películas, y como aval de ello ver “Where the trust lies” de 2005, en la que saca provecho de la bonita actriz Alison Lohman, quien por su delgadez escapa al ideal de voluptuosidad y, sin embargo, luce extremadamente atractiva en esa película. Siendo una adaptación y teniendo un puntual precedente en la original francesa antes mencionada, “Chloe” pertenece a un sub género del que se han visto varias realizaciones con dispares resultados, ya que implican, no pocos, riesgos artísticos. Rememoro, especialmente, “Atracción fatal” (Fatal attraction, Adrian Lyne, E.E.U.U., 1987), “La mano que mece la cuna” (The hands that rocks the cradle, Curtis Hanson, E.E.U.U. 1992), “Poison Ivy, la venenosa” (Katt Shea, E.E.U.U., 1992) y “Cuando cae la noche” (When night is falling, Patricia Rozema, Canadá, 1997).En la producción encontramos a Ivan Reitman y Jason Reitman, padre e hijo, estimados realizadores y productores responsables de varios éxitos de taquilla y de crítica (“Los cazafantasmas”, “Juno”, “Up in the air”). En definitiva, “Chloe” se presenta como un muy apreciable y sugerente filme, maduro en su concepción dramática; el cual, nunca subestima la múltiple capacidad sensorial del espectador, proporcionándole una trama inteligente e irresistible.Lo mejor: la química entre Moore y Seyfried.
Lo peor: el desenlace, un poco apresurado.