Noche y día
Película de acción infestada de tópicos del género, con la participación de rubia patosa y cobardica (Cameron Díaz) haciendo contrapunto con el experto en artes marciales y lucha de guerrillas (Cruise). Recuerda un poco los ramalazos cómicos arrancados por el dúo Schwarzenegger-Rae Dawn en la mítica Comando.
Muchas explosiones, drogas de la verdad, persecuciones en todo tipo de vehículos, saltos mortales con un Tom Cruise que hace las veces de detective perfecto que no se despeina ni sangra y que, por si fuera poco, es capaz de saltar de capota en capota, sobre varios coches en plena autopista, mientras dispara a los malos y todavía se permite el lujo de decir ingeniosidades a la aterrada Cameron. Cómo no, los malos persiguen el invento tecnológico de turno, una batería que no se agota nunca. Digamos que es una mezcla entre el agente 007 y Bourne, pero con un sentido del humor ocurrente y que llega a hacerse simpático en la primera parte del filme. Especialmente hilarantes son algunos diálogos de bobos como el que tiene lugar en la cafetería, entre el triángulo Roy, June y el bombero enamorado:
-Él es el tipo…
-¿Quién soy?
-El tipo…
-Soy el tipo.
-Jajaja, tú eres el tipo.
-Jajaja, soy el tipo.
El guión es disparatado, pero dentro de esa locura conserva una suficiente dosis de verosimilitud. Todo puede pasar, esa es la norma. Y de ahí que saltemos de una ciudad a otra, de un avión a una lancha motora, a una moto o a un tren.
Sin embargo, dado que la norma es acción en estado puro, me resultaron molestos algunos parones a los que maliciosamente acuso de servir únicamente para meter paja en un guión que empieza a cojear. Por ejemplo, existen escenitas romanticoides que causan que la escalada de adrenalina se muera.
Especialmente a partir del minuto 60, hay un estancamiento en el dinamismo. Se diría que el guionista se encontró en un camino sin salida no sabiendo qué hacer con el filme. Y como no sabía qué hacer, pues lo resolvió al estilo Hollywood: poniendo coches exóticos y países exóticos…como la lejana España. Y en España al parecer todos llevan barba y celebran los san fermines en Sevilla y no en Pamplona, como es de ley. Jordi Molla hace de estereotipo de español malvado (con barba), intercalando frases en inglés y castellano, y poco debió faltar para que le calaran un sombrero mejicano de amplias alas.
El filme se termina de ver entre bostezos y con ganas imperiosas de salir de la sala de cine. A los dos minutos de estar en la calle, no existe en tu cuerpo ni un ápice de clima de fantasía ni resquicio de adrenalina.
Nos quedaba el buen recuerdo de Minority Report, con Cruise, pero, ¡ah!, esa película era de Spielberg, y eso se echaba de ver (para algo existen las referencias). Noche y día, por contra, es una bagatela para pasar un rato entre el sopor y el aburrimiento. Y me escuece decirlo, pues aprecio el arte de Mangold (El tren de las 3:10).