Misery
Impresionante adaptación del libro homónimo del maestro del terror, S. King.
Resulta gratificante ser testigo de una lección magistral de cine. Con pocos elementos esta película supera en horror, tensión y credibilidad a infinidad de superproducciones de Hollywood. Las interpretaciones de Caan y de Kathy Bates son prodigiosas. Ella ganó el Oscar a mejor actriz. Y es que el personaje al que Bates encarna es ya todo un hito en el género de terror. Esa Annie puritana, obesa, a ratos angelical y dulce, hace que temblemos cuando se enfada y saca su martillo para romperle las piernas al pobre novelista secuestrado.
Existe un ligero tono de humor (sutilísimo) que brota del rostro de Caan, quien aprehendió a la perfección el gracejo característico de los personajes típicamente engendrados por la pluma de Stephen King. Al final, el rictus de desesperación termina por alternarse con el de comicidad en las facciones de este extraordinario actor que es Caan.
La tensión no decae ni en un segundo del filme. Escenas como la cena íntima donde él trata de que ella beba la droga, la escena del martillo, la visita del sheriff del pueblo, son antológicas. La obra entera no da tregua y huye de los paréntesis pseudorománticos y de los diálogos muertos que no aportan nada al argumento, elementos tan en boga y que destruyen el ritmo de cualquier trama.
Un guión solido (como suele suceder en películas basadas en novelas) y unas interpretaciones más que convincentes ponen a esta película al mismo nivel del clásico ¿Qué fue de Baby Jane?, con la mítica Bette Davis, película que guarda ciertos paralelismos con Misery.
Obra de terror imprescindible a la que puedes recurrir si te desespera el panorama cinematográfico actual y deseas recordar que en un tiempo no muy lejano se hizo buen cine de terror.