Toy Story 3
Es curioso que una obra puramente artificial en su contexto, como lo es esta formidable tercera entrega de “Toy Story”, sea, posiblemente, una de las más sensibles, emotivas y humanas películas que se haya visto en los últimos años. Lo cual, proviniendo de la factoría Pixar Animation Studios (a Disney, antes socia y ahora dueña, la dejemos de lado), y de acuerdo a sus últimos trabajos (“Cars” y “Wall-e” serían los ejemplos más coincidentes), no es ninguna novedad. Y me estoy refiriendo a eso de generar historias en las que los objetos/artefactos inanimados son los protagonistas y poseen una gama de caracteres más humanos que los mismos humanos.Si bien “Toy Story” fue la carta de presentación de Pixar, ya no como una hábil y precursora empresa especializada en generar productos hechos por ordenador (cortometrajes, al principio), sino como una seria y potable productora de filmes digitales de consumo masivo, esta ha demostrado con los años una envidiable capacidad para el auto desafío y la auto superación que, es muy posible, ninguna otra la tenga. Ni el departamento digital de Disney, que tuvo que reabrir el de animación artesanal (ver “La princesa y el sapo”), ni Dreamworks (aunque, le pisa los talones con “Shrek” y secuelas) y mucho menos la Blue Sky de Fox (“La era de hielo”, “Robots”).“Toy Story 3” no fue concebida como un mero cierre de saga, solo por que estaba patente que esta lo necesitaba para ser consecuente con la trama que las dos primeras películas planteaban, sino también, como un manifiesto de la autonomía ideológica de Pixar; como una sentencia inapelable de la increíble ductilidad creativa de su equipo humano.
El génesis de la película nos muestra una espectacular aventura de los juguetes de Andy: el vaquero Woody, Buzz Lightyear, la vaquerita Jessie, el caballo Tiro al Blanco, el matrimonio Cara de Papa, el perrito resorte Slinky, el dinosaurio Rex y el cerdo alcancía Hamm. Terminada la misma, nos encontramos con que se trata de una video filmación de los tiempos en los que Andy era aún un niño y jugaba con ellos. De allí, a la actualidad. Andy tiene 17 años y se apronta a ir a la universidad. Mamá le pide que limpie su habitación y decida que hacer con sus olvidados juguetes del arcón. El chico los introduce en una bolsa para residuos tipo consorcio con el fin de archivarlos en el altillo, lo que es mejor que deshacerse para siempre de ellos. Solo decide conservar a su preferido Woody. Accidentalmente, los juguetes van a parar al tacho de basura, y el camión recolector por poco no se los lleva. Estos, haciendo oídos sordos a la defensa que de Andy hace Woody, se introducen en la caja que mamá llevará a donar a Sunnyside, la guardería del barrio. Allí se les une Barbie. Y todos juntos, como siempre, van a caer a un lugar que parece el ideal, el paraíso de los juguetes descartados, donde nunca dejará de haber niños que quieran darles sentido a sus plásticas vidas. Pero, no todo es lo que parece a primera vista, porque la paradisíaca guardería es dominada por un manipulador tirano con ínfulas de dictador (a-lo-Hugo-Chavez), el oso de peluche Lotso, secundado por bebote, Ken y un puñado de secuaces.Woody, quien ha escapado de la guardería en busca de su dueño (su sentido de pertenencia es más fuerte que su camaradería) y ha ido a parar a casa de la dulce Bonnie, es alertado por el payaso Risas y su trouppe acerca de la verdadera naturaleza del, en apariencia, amable Lotso y regresa a rescatar a sus amigos. Para ello, pergeña un plan de fuga descabellado e hilarante, de los mejores vistos en el amplio espectro de las películas de evasiones carcelarias (“Pollitos en fuga” de Aardman, en el género animado).El resto y, sobre todo, el emotivo genial desenlace, no lo contaré.
Es imperativo sostener que Pixar es claro ejemplo del perfecto funcionamiento de comunidad creativa, con John Lasseter como abanderado. Y que su secuencial producción: “Toy Story” (1995), “Bichos: una aventura en miniatura” (1998), “Toy Story 2” (1999), “Monsters inc.” (2000), “Buscando a Nemo” (2003), “Los increíbles” (2004), “Cars” (2006), “Ratatouille” (2007), “Wall-e” (2008), “Up: una aventura de altura” (2009) más la que nos ocupa, aportaron los más grandes avances en cuanto al perfeccionamiento del universo virtual. Sin embargo, Pixar es la más coherente de las productoras en cuanto a priorizar la narración, la moraleja, por sobre la espectacularidad visual, auque eso lo logre superlativamente por efecto. Y en este ámbito, es interesante observar las disimilitudes con productos, por ejemplo, de Robert Zemeckis/ Shangri-la Entertaiment (“El expreso polar”, “Beowulf”), más (con)centrados en emular una realidad conceptual que en potenciar las bondades de las historias que narran.“Toy Story 3” es un filme fundamental, para quienes siguen la saga, pero además, para todos quienes creemos en el cine familiar inteligente, que no se nos burla apelando al chiste fácil ni escatológico.Pixar tampoco olvida que quienes eran los pequeñitos obnubilados por las virtudes de aquella iniciática (en más de un sentido) primera película, crecieron tal cual Andy. Y que los jóvenes padres que los llevamos a verla, también hemos crecido. Es por ello, que además de una envidiable construcción narrativa, una serie de gags geniales y su humor slapstick (exageración de la violencia física con el fin de causar gracia), hay un agregado de humor más adulto y ácido, sobre todo en las secuencias en las que participa el popular muñeco novio de Barbie (ver la graciosísima escena del falso Ken), personaje subrayadamente ambiguo.Hay otro significativo cambio/agregado en “Toy Story 3”: la presencia de personajes humanos, no menos caricaturizados, que interactúan de manera más acentuada con los juguetes protagonistas. A través de los personajes vivos y en algunas acciones adultas de los juguetes déspotas, es donde Pixar incorpora a la fábula los defectos propios de la adultez: el rencor, la revancha, la vanidad, la discriminación, la intolerancia, el desentendimiento, el abandono y algún etcétera. Aunque, eso si, sin juzgar jamás sus acciones, más allá de graficar las razones que explican (no exoneran) ciertas actitudes.
Como toda gran saga llamada a ser clásica, esta se cierra en una trilogía, porque Pixar así lo entiende y lo deja claro en las concluyentes escenas del metraje. Seguramente, muchos creerán que es una lástima, porque no muchas otras (que van por el cuarto episodio) pueden ostentar la calidad de esta. Pero, los que nos hemos divertido (y emocionado) a diestra y siniestra viendo y reviendo cada una de las películas que la componen, sabemos que toda gran historia tiene un digno final. El de esta, pongo la firma (si de algo vale), no podría haber sido mejor.
Sergio A. Villanueva