Green zone: distrito protegido
Greengrass es uno de mis directores actuales favoritos. También es, como Nolan, un director que ha empezar con pelis muy interesantes y que ha tomado un rumbo para hacer buenas pelis destinadas a ser mediocres. Tal vez eche en falta que ambos vuelvan al tipo de proyectos que los lanzaron: películas ingeniosas que marcan un hito en su carrera por el cine independiente.
Greengrass tiene un estilo caótico de llevar sus historias a la pantalla, pero sólamente en el aspecto visual. Sabe manejar los tiempos y el ritmo de forma magistral, hacer que el espectador sepa dónde está dentro del engranaje de la historia. En este caso, en la tristemente famosa guerra de Irak.
Al repetir el equipo Damon-Greengrass y al ver el trailer me temía que fuera una película a lo Bourne. Y ciertamente hay momentos en los que es inevitable ver al desmemoriado agente de la CIA sobre las arenas de Irak. Sin embargo han conseguido crear una historia con un personaje para nada parecido manteniendo el tirón del tándem, John Powell mediante.
Un soldado desencantado con sus misiones, viendo el fraude delante de sus narices, puede callar o hablar. Hay una tercera opción: actuar en conciencia. Y como refleja esta película, no siempre lleva a hacer lo correcto. Una persona comprometida con su trabajo y su misión pierde de vista el entorno en el que se mueve y resulta prescindible, una hormiga en un entramado más grande que él y en el que poco puede hacer.
A pesar de que hay momentos muy naif, la película refleja el complejo entramado de la guerra, los intereses contrapuestos y las tramas que los espectadores y ciudadanos nunca conoceremos. A pesar de eso, queda como mensaje el trabajo de Miller (Damon): uno tiene que ser leal a su misión, a pesar de sus superiores.
Una buena y trepidante película. Espero Greengrass aproveche y cambie de registro para hacer otra película con algún trípode que otro y también con menos presupuesto para que el ruido de los efectos digitales deje ver su talento a todo fotograma.