Alicia en el país de las maravillas
Quienes me conocen o, en su defecto, se pasan de vez en cuando por mi humilde blog, saben de mi adoración imperecedera por Tim Burton, un hombre que entiende la sensibilidad del friki de una forma que sólo puede catalogarse de prodigiosa. Sin embargo, esta vez Mr.Burton se ha ganado una buena colleja.
La "Alicia" de Tim Burton es visualmente apabullante, y en ocasiones nos recuerda a aquella célebre estética burtoniana que tan bien sabía manejar el director en los ’90 ("Eduardo Manostijeras", qué maravilla). Sin embargo, quién sabe si a causa del 3D o porque cogieron a un par de becarios, al CGI de "Alicia en el País de las Maravillas" -que compone un 80% o más de la película- se le ven los costurones por todas partes. Empezando por el personaje al que interpreta otro friki de pro como es Crispin Glover (a.k.a. George McFly), que tan bien hubiese quedado si lo hubiesen dejado sin tocar, pero que gracias a un técnico imbécil molesta a la vista cada vez que aparece; y siguiendo con la durísima cara que tienen los encargados de presentarnos los palacios de la Reina Roja y la Reina Blanca, que no dejan de ser en ambas ocasiones el palacio de la Bella Durmiente (logo de la Disney desde hace eones) convenientemente tuneado. Todo es chillón, irritante y, encima, con un acabado basto y poco elegante. Quizá la única excepción es ese Gato de Chesire (¡con la voz del grandioso Stephen Fry!), que es lo mejor, a nivel técnico, de la película.
Y si lo irreal no funciona, pasa tres cuartos de lo mismo con lo real: Mia Wasikowska es sosa (tanto que hasta hubiese preferido a Keira Knightley en el papel), inexpresiva y aburrida; Anne Hathaway es odiable hasta niveles que ya había olvidado que podía experimentar: aunque parezca increíble, consigue llevar su pijismo a niveles que dejan sus trabajos en la franquicia "Princesa por Sorpresa" o "El Diablo viste de Prada" como dignos ejemplos de camioneras. Incluso el alter ego intelectual y artístico de Burton, el siempre glorioso Johnny Depp, está flojo, tirando a inexistente. Lo que creo que es la primera vez que sucede en casi 20 años de asociación entre ambos. Y no es culpa de Depp, no: él está en su salsa, tan ido de la olla como acostumbra, y exudando carisma por todas partes, incluso maquillado como una drag queen de tres al cuarto. El problema está en que el personaje está tan poco desarrollado, tiene tan poca chicha y es tan pobre, que ni siquiera alguien del talento de Johnny Depp puede hacer más de lo que hace por sacarlo adelante. Únicamente se salvan de la quema Helena Bonham-Carter, la otra gran cómplice de Burton, que está sensacional como la malvada y caricaturesca -en todos los sentidos- Reina Roja, tanto que la horda freak se pone de su parte inmediatamente (y, si no, lo hace en cuanto aparece la pijísima e insoportable Hathaway); y el ya mencionado Crispin Glover -al que Burton debería fichar inmediatamente para su carnivàle particular-, que incluso sufriendo los efectos del deplorable CGI está enorme como Stayne, el chunguísimo favorito de la no menos chunga Reina Roja.
Ellos dos son la tabla de salvación de una película que no es, ni en broma, todo lo que debería haber sido, cuyo guión, sin ser malo, no es digno de alguien como Linda Woolverton, que firmó la mejor película de la última gran era Disney ("La Bella y la Bestia"), y que se nos antoja un cascarón vacío, una pobretona caja de cartón envuelta en un papel carísimo y muy vistoso que, cuando te acercas, tampoco resulta ser tan bonito como parecía. Quien esto suscribe no estaba tan decepcionada con Tim Burton desde los tiempos de "El Planeta de los Simios". Y eso, creedme, es mucho decir.