Cuenta conmigo (stand by me)
Es curioso como el tiempo conforma y agrupa las películas según sus estilos cinematográficos con bastante exactitud, perfilando muy bien los lindes entre décadas. Al menos en el cine norteamericano. Si tuviéramos que hablar de los filmes más representativos de los ochenta seguramente nombraríamos a aquellos directores de la “barba” surgidos en la década anterior (Coppola, Spielberg, Scorsese, Lucas, etc.); no dejaríamos de comentar el resurgimiento de los largometrajes de aventuras, fantásticos, de terror o de ciencia ficción; y tampoco podríamos pasar por alto un subgénero infantil-juvenil donde jóvenes actores daban vida a pequeños héroes que buscaban tesoros, se hacían amigos de extraterrestres o viajaban al futuro (o regresaban de él). Los Goonies, Regreso al futuro, El Secreto de la Pirámide, E.T., etc. son aquellas películas ochenteras que marcaron a toda una generación. De todas ellas hay una que podría representarlas perfectamente: Cuenta Conmigo de Rob Reiner.
Basada en un relato de Stephen King, “The Body”, la cinta narra las leves aventuras de cuatro niños en Castle Rock, un pequeño pueblo de Oregón. La historia transcurre en un largo flash-back cuando un escritor recuerda la primera vez que él y sus tres amigos vieron un hombre muerto. Con una estructura de road movie, los cuatro compañeros se adentran en la campiña para hallar el cadáver de un hombre que había desaparecido, y para hacerlo antes que sus enemigos, una pandilla de adolescentes mayores que ellos.
Con la excusa de la aventura para descubrir el finado –McGuffin ideal- Rob Reiner construye un filme emotivo donde la amistad entre los protagonistas, la lealtad y el cariño por encima de clases y prejuicios sociales, es lo verdaderamente importante. El director no disimula su verdadera intención cuando las mejores –y más largas- secuencias son aquellas donde apenas hay acción. Donde no sucede nada interesante que no sea el diálogo entre los cuatro, los juegos, las risas o los cuentos.

El estereotipo de los amigos del colegio (el listo, el gamberro, el gordito, etc.) pronto es reemplazado por aspectos más profundos en la definición de los personajes. Un guión nominado al Oscar va configurando la personalidad de los niños que utilizan el viaje para huir de sus problemas domésticos mientras buscan el cariño de sus compañeros: Gordie (el futuro escritor) vive momentos difíciles, aislado en su propia casa desde la muerte de su hermano mayor; Chris sobrevive a una familia humilde con un padre alcohólico; Teddy intenta evadirse, con su comportamiento extravagante, de la presión social que supone ser hijo de un loco; y Vern, el gordito, pretende superar sus miedos en compañía de los otros tres.
Con pinceladas de autocrítica a la sociedad americana -quien no sepa jugar bien al fútbol americano es un fracasado- y con contrastes entre comportamientos (la pandilla protagonista frente a los otros cuatro más mayores, prácticamente unos delincuentes) Rob Reiner dibuja muy bien la historia con un centro claro: la relación entre el fuerte del grupo y el inteligente (entre Chris y Gordie). La trama se vuelve creíble no sólo por las buenas interpretaciones (el malogrado River Phoenix muy bien secundado por el resto; más los hallazgos ya asentados de Corey Feldman o Kieffer Sutherland) sino por un entorno y una situación reconocible por el público: ¿quién no ha disfrutado del verano con un grupo de amigos parecido?