El director no tiene tanto interés en el contenido de la historia o su resolución sino en atinar con el tono necesario para el discurso de lo narrado.

★★★★☆ Muy Buena

El escritor

Hay pocas películas en la filmografía de Polanski que, a priori, traten un tema de actualidad de forma tan ortodoxa como El escritor. Sí que ha tenido coqueteos con el thriller de pinceladas políticas en Frenético (Frantic, 1988) o La muerte y la doncella (The Death and the Maiden, 1994), pero en éstas la circunstancia no era tan evidente. Pese a ello, la intención de Polanski es mucho menos obvia que un Pakula, Costa-Gavras o Pollack. El director polaco prefiere jugar en la liga del Hitchcock de Cortina rasgada (Torn Curtain, 1966) y presentar los hechos gubernativos como trasfondo para desarrollar una intriga que tiene menos que ver con los sucesos recientes de la Guerra de Irak que con el desarrollo en sí mismo del misterio, atendiendo más a los mecanismos que mantienen la situación de suspense que con las implicaciones críticas o moralizantes del relato.

Polanski no cree en los géneros puros, y en esta ocasión no se muestra distinto. Las implicaciones de los rifirrafes en torno al primer ministro británico y su política exterior, los tribunales internacionales, y la larga mano de los servicios de inteligencia americanos palidecen ante la odisea de un personaje al que le sobrepasa el alcance del embrollo en el que se ha metido. Así que ¿es en realidad tan relevante todo el círculo de seguridad que rodea al alto cargo británico que interpreta magistralmente Brosnan? ¿Tiene algo que ver con la muerte de su biógrafo? Son preguntas que lanza el director mientras se encarga de atenazar la atmósfera opresiva de la isla donde transcurre la mayoría del relato con un constante estado de penumbra, sin dejar un solo plano sin que el cielo no permanezca nublado. Esto es, la atención al detalle en cada uno de los ángulos con los que se muestra la casa del ex ministro, la minuciosa puesta en escena de todas las secuencias o el apabullante uso del formato panorámico hacen pensar que el director no tiene tanto interés en el contenido de la historia o su resolución sino en atinar con el tono necesario para el discurso de lo narrado.

En cierto modo, El escritor se asemeja mucho al canto del cisne de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut (Eyes Wide Shut, 1999). Un tempo no excesivamente acelerado ayuda a sostener bien la historia, dejando suficiente espacio para que respire y dé cancha para trabajar la composición del plano. En ambas películas hay un personaje ajeno que se adentra en el misterio junto al espectador, que advierte el cariz de peligro de cada movimiento desde fuera de la pantalla, y tampoco los secretos que envuelven la trama acaban siendo los que las pistas pueden haber sugerido. McGregor está excelso, y calza a la perfección con el fino sentido del humor del autor de Tess. Es curioso que ese sarcasmo se vierta en pequeños detalles autobiográficos, teniendo en cuenta la detención del cineasta, posterior al rodaje del filme, relacionados con la situación jurídica del político: no puede abandonar los Estados Unidos al estar abierto un proceso contra él en varios países. No es casualidad que Norteamérica sea territorio prohibido para Polanski desde los años setenta. Tampoco parece coincidencia que la investigación siga parámetros similares a la del Jake de Chinatown (Chinatown, 1974) o que el personaje de McGregor viva la suplantación de un escritor fallecido y siga sus pasos como el protagonista de El quimérico inquilino (Le locataire, 1976). Todo tiene razón de ser, pero tampoco todo se da por explicado. El clímax satisface la curiosidad pero deja un plano final con un gran signo de interrogación, y tan pronto acaba la proyección se vislumbran nuevas incógnitas y dudas razonables, como por ejemplo si realmente si al escritor fantasma se le ha llegado en algún momento a llamar por su nombre en algún momento del metraje.

Lo mejor: La dirección
Lo peor: El material de partida, no está a la altural de la realización
publicado por Jorge Casanueva el 20 abril, 2010

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