Shutter island
Somos pocos los críticos que nos hemos atrevido a calificar Shutter Island como una obra mediocre. El caso es que siempre es más fácil no jugársela cuando se trata de puntuar la película de un director genial. Lo sencillo es pregonar, con un punto de hipocresía, que Shutter Island es buenísima, obra capital, tralarí tralará. Si no quieres mojarte el culo, acógete siempre a esta fórmula: si es una película de Scorsese di que es genial y cierra la boca, que estás más guapo.
Pero la vida, el arte e incluso la mente de los genios no son ecuaciones ni tan lógicas ni tan perfectas… ¡Afortunadamente! Y de la misma manera que el premio Nobel de literatura Hermann Hesse tiene obras menores, también Martin Scorsese es susceptible de querer chutar la pelota del buen arte pegando un ridículo patadón al aire para acabar cayéndose de culo.
El filme está plagado de fallos escénicos. Existen secuencias en que por culpa de la brusquedad de los cortes, los gestos de los personajes se tornan incoherentes. Asimismo, la escena de la paciente que solicita beber agua, contiene un fallo garrafal: el vaso que le ponen en la mano aparece tan pronto lleno como vacío.
Pero empecemos por el principio. El inicio del filme me hizo recordar El nombre de la rosa de Jean-Jacques Annaud, con la aproximación a las rocas sobre las que se erige el colosal edificio. Y para más similitud, la renuencia del psiquiatra (Ben Kingsley), cual abad de monasterio, a colaborar con la investigación de esa especie de Gulliermo de Baskerville. Todo en un ambiente deliberadamente gótico, casi medieval, en que hay enfermos y médicos que desaparecen. En otras ocasiones me dio la sensación de hallarme dentro de la nave espacial Nostromo, la que se inventó Ridley Scott, sobre todo cuando Leonardo DiCaprio se pasea por algunas estancias lúgubres, salpicadas por varios regueros de agua que caen desde el techo. Sólo faltaban las cadenas colgando.
La trama es compleja y, como ha señalado alguno de mis colegas críticos, hay momentos en que no sabes dónde estás ni entiendes nada. Ese momento de desconcierto, al menos en mi persona, se prolongó durante más de una hora. No entendía nada y llegó un punto en que empecé a tener esa desgradable impresión de que la película se ha vuelto del todo surrealista. La pregunta que yo me formulo es si el fin justifica los medios… Es decir, ¿vale la pena aturdir/aburrir al espectador con más de una hora llena de escenas sin sentido para, al final, intentar darle una burda lógica a todo?
Hay personas que te recomiendan esta película y te dicen: "Durante toda la película no entenderás nada, pero no te preocupes que al final lo verás todo claro". Vale sí, al final se da una explicación pero es que, amigo, yo ya me he dormido. Otra pregunta que lanzo al aire: ¿Que sea una obra de Scorsese quiere decir que tengo que sobreponerme a unas enormes ganas de dormirme que, por otro lado, no se las perdonaría a ningún otro director?
Vale la pena plantearse estas preguntas. Yo no tolero una obra que me aburra durante una hora, por muy bueno que sea el final. ¿Soy extraterrestre si opino que una película ha de ser buena desde el inicio hasta que aparecen los títulos de crédito? Además, el caso es que el final tampoco es tan apoteósico como algunos pregonan a los cuatro vientos. Estas vueltas de tuerca empiezan a ser un poco cansinas (El sexto sentido, Los otros y un largo etcétera). Concretamente, todo lo que he visto en este filme ya lo había visto en otro, con otras caras y otros decorados: El corazón del ángel (1987). Alan Parker ya me había presentado esa historia y ese desenlace. E incluso algunas escenas son idénticas, como cuando aparece, en su sillón (plano progresivo) el viejo psiquiatra (Max von Sydow), sosia del inquietante Lui Zaifer (Lucifer) o, lo que es lo mismo, Robert de Niro. Creía que de un momento a otro DiCaprio iba a gritar llorando "¡Yo sé quién soy! ¡Yo sé quién soy!" como lo hiciera Mickey Rourke en El corazón del ángel.
Y a propósito de Max von Sydow… Salvando las distancias, qué pena desaprovechar un talento tan inmenso como el que este hombre trasudó en Pelle el conquistador, otorgándole un papel tan pacato y vacío como en Shutter Island.
Por todo ello creo que el fin (desenlace manido y frustrantemente previsible) no justifica los medios (más de una hora de atroz aburrimiento). Pero entiendo que quien ame incondicionalmente a Scorsese bese el suelo por donde él camina. También entiendo que quien no haya visto mucho cine, quede sorprendido por el final, si es que este espectador no ha sucumbido al sueño viendo una película atiborrada de momentos oníricos.
Ofrezco un truco para no dormirse: entretenerse valorando cómo el eterno adolescente DiCaprio va adaptándose satisfactoriamente a los papeles de hombre adulto, película tras película.
Por último, repetid conmigo: "Scorsese también puede equivocarse, no es un dios". ¿A que no es tan difícil?