Paranormal activity
Se ha hablado bastante acerca de las fuentes de las que bebe esta película. El formato está calcado de El proyecto de la bruja de Blair (1999), producción que recaudó 250 millones dólares, siendo su presupuesto de sólo 35.000.
El caso es que el creador de Paranormal Activity quiso pegar el mismo pelotazo y embolsarse una millonada habiéndose gastado muy poco. Por este motivo copió el formato de La bruja de Blair. Copió la idea y casi calcó el argumento. Es como si yo viera que al vecino le toca el gordo de la lotería con un número, y yo, a la semana siguiente, comprara el mismo número pensando que saldrá premiado otra vez. Curioso, ¿verdad?
Sería gracioso si no fuera, con toda evidencia, un acto de desvergüenza a carta cabal. Por ello, más que curioso, es para echarnos las manos a la cabeza y preguntarnos cómo puede ser que semejante excreción de película haya llegado hasta nuestras carteleras. Respuesta: parece ser que no estaba previsto que se estrenara. Fueron los propios espectadores españoles quienes, sugestionados por las historias míticas y falaces que llegaron desde USA (pura estrategia comercial), recogieron firmas para pedir que el film se estrenara en nuestra patria. Craso error, creerse la propaganda yanqui.
Así, sin comerlo ni beberlo, aterriza en España un bodrio de película. Quienes la van a ver se sientan en su butaca del cine de su barrio, con sus palomitas, abrazando a sus parejas, ilusionados, queriendo dejarse asustar, abiertos a la turbación. Pero como diría Paco Umbral: pasan los minutos, pasan las horas, y aquí nadie se asusta…
Este churro golpea duramente al aguante con casi una hora inicial sin que suceda nada de nada y, lo que es peor, sin que avance ni la trama, ni los personajes, ni el tiempo. Es como ver una fotografía durante una hora interminable. Al cabo, el director decide regalarnos un pequeño susto. ¡Oh, gracias! Qué clímax, qué premio, qué catarsis. Una hora parados para oferecer, sin ton ni son (sin historia, sin argumento, sin interpretación alguna) un triste efecto que quiere asustar. Pero ni eso.
Mira que es difícil hastiar a un espectador adolescente, benévolo, que anhela rabiosamente asustarse, que está presto a chillar como un poseso a la mínima insinuación. ¡Mira que es difícil aburrirlo! No hay espectador al que sea más sencillo arrancarle un ¡Ay! Pero ni ese espectador supo lo que que le había pasado por encima tras salir del cine. Acaso una apisonadora de aburrimiento.
El Proyecto de la bruja de Blair pudo odiarse o amarse. Yo la amé, pues era algo nuevo y puro. Pero esto no. Hay que saber cuándo nos quieren colar gato por liebre. Y esto es una mierda como una casa.