un producto bastante genérico, simplón y predecible. Mucho mejor y más recomendable es que os acerquéis a la película original de 1987 y a su secuela, infinitamente más sólidas que esta enésima fotocopia desganada de un clásico anterior

★★☆☆☆ Mediocre

El padrastro (2009)

Cabe preguntarse antes que nada si tiene sentido hacer un remake de El padrastro (1987) ahora que el concepto y la carga política de lo que significa una familia no es el mismo de hace veinte años. Los responsables de esta nueva versión parecen saber esto, ya que en lugar de irse por el tema del discurso sociológico sobre los “valores familiares” nos muestran un thriller de alcoba mucho más convencional destinado por lo visto a llenar una hipotética cuota de remakes de horror que debemos tener cada año. Esto incluye el infaltable guiño a la original, hecho esta vez copiando casi al dedillo la primera escena de la de Terry O’Quinn, con lo que ya desde el principio sabemos que el personaje del padrastro, más allá de su fachada de buen hombre, es un asesino en serie que se carga a aquellas familias que tienen la desgracia de defraudarle.

Del resto, El padrastro (2009) sigue todos los giros presentes en el original (incluyendo una pausa dramática para que el asesino suelte su frase más famosa); no hay sorpresas y el espectador sagaz estará siempre tres pasos por delante del argumento. En todo caso la principal diferencia (y una que determina en gran medida el tono de esta nueva versión) está en el cambio de punto de vista, que pasa del asesino a la víctima, esta última sufriendo además un cambio de sexo. En vez de la joven adolescente de la película original, esta vez se trata de un joven adolescente problemático que vuelve a casa y encuentra que su madre está por contraer matrimonio con un hombre en apariencia perfecto que esconde un terrible secreto en su pasado. Aparte del hecho de que este cambio de protagonista nos priva de la maravillosa (y gratuita) escena de ducha de El padrastro original, la escogencia del muchacho como el protagonista por encima del asesino revela, por un lado, que esta es una película dirigida a un público juvenil, y por otro lado termina poniendo en evidencia el fallo más grande de esta nueva versión, y es que si bien se nos deja muy claro lo peligroso que es este invasor del hogar, no se nos muestra por qué se ha ganado la confianza del personaje de la madre (completamente nulo, por cierto, en esta película). Y no es que Dylan Walsh no haga un trabajo bastante bueno e incluso encomiable, pero su personaje carece del tratamiento que el guión de la original daba al padrastro de O’Quinn; en ningún momento vemos a este nuevo asesino interactuar con su comunidad, no observamos su evolución ni el gradual desmoronamiento de su fachada, lo que ciertamente no ayuda a sacar esta película de su encasillamiento como thriller de segunda fila al centrarse en una trama de investigación de la que el público ya sabe el resultado porque lo ha visto en la primera escena.

Decíamos arriba que esta nueva versión de El padrastro estaba orientada hacia un público juvenil, y esto es algo que se nota por otros motivos: en primer lugar se trata de una película mucho menos violenta que sus antecesoras debido a una serie bastante evidente de cortes (una imagen del trailer en la que se veía una sierra eléctrica a escasos centímetros de la cara de un personaje está ausente del montaje final) hechos con la intención de llevar la cinta a los terrenos del PG-13. Quizás para compensar la película dedica gran parte de su atención en la novia adolescente del prota, interpretada por Amber Heard, pero su presencia es meramente una carnada visual, aunque con una delgadez que la hace menos atractiva que en All The Boys Love Mandy Lane (2006). Esto no impide que la cámara explote su físico a mansalva y de una forma casi obsesiva.

Este tratamiento inofensivo, pop y destinado a un mercado juvenil es por otro lado explicable si tenemos en cuenta que el responsable del guión es J.S. Cardone, quien tiene en su currículum cintas de terror con pretensiones similares como The Forsaken (2001), The Covenant (2006) o el reciente remake de Prom Night (2008). Con ellas tiene varias cosas en común, como el empleo de una banda sonora que funciona como un largo catálogo de product-placement musical, su autocomplacencia como historia de terror light y su condición de ser, en definitiva, un producto bastante genérico, simplón y predecible. Mucho mejor y más recomendable es que os acerquéis a la película original de 1987 y a su secuela, infinitamente más sólidas que esta enésima fotocopia desganada de un clásico anterior.

publicado por Hombre Lobo el 8 febrero, 2010

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