Im not there
Para comprender a esta extraña propuesta sobre Dylan, dicen, que primero, tendríamos que entender al genio, su historia, su biografía. Difícil propuesta. Desde luego esta habla por si sola, la película, no.
Robert Allen Zimmerman es un mito viviente. Un tipo, lo crean o no, de origen humilde. Músico, cantante y poeta estadounidense al que respeto profundamente y del que me enorgullece poder decir que he tenido la suerte de ver dos veces en directo, eso si, en el declive de su larga carrera. Según Times y Rolling Stone, desde el punto de vista musical y cultural es una de las figuras más influyentes del siglo XX, tan solo superado por The Beatles. Considerado como un intrépido espíritu guía de la generación contracultural. Se ha escrito, hablado y hecho tanto sobre el gran Bob que me da miedo empezar.
A lo largo de su carrera, Dylan ha sido honrado y reconocido por sus composiciones, interpretaciones y grabaciones. Sus discos le han valido varios Grammys, Globos de Oro y premios de la Academia. Su nombre se halla en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Y en 2008 recibió un reconocimiento honorario del Premio Pulitzer por su "profundo impacto en la música popular y en la cultura americana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético". En este contexto, desde 1996 diversos autores y académicos han nominado a Dylan para la candidatura del Premio Nobel de Literatura. Casi nada.
Artífice de piezas que sin envejecer han pasado a la historia; All Along The Watchtower, Blowin’ In The Wind, The Times They Are A-Changin’, Like A Rolling Stone, Knockin’ on heaven’s door… una infinidad de obras impagables, que numerosos artistas han versionado y tantos films y series han utilizado, otorgándole un nuevo sentido a la imagen. En concreto 297 apariciones, que oscilan desde las más reciente joya de Watchmen a Taking Woodstock, el mamaracho de Flash Forward, las mal cuidadas; Me llamo Earl, Futurama, A dos metros bajo tierra, las inolvidables Forrest Gump o El gran Lebowsky, Ali o dando nombre a The Hurricane, con el que mantuvo una relación de amor-odio. El documental biográfico de Scorsesse; No Direction Home o el Dont look back del fanático Pennebaker. Paro por no aburrir. Una carrera envidiable.
Ahora, con tres incomprensibles años de retraso, llega Todd Haynes y su I´m not there. Un titulo menor, presentado como una pieza de arte. Cliché indie con sabor a pop que baila sin ritmo al compás de una orquesta desafinada. Reparto de lujo, que en su día, como los ratones acuden el queso, olerían el sabor de la victoria en tan arriesgado biopic. Que lástima que todos picaran y tan solo Cate Blanchett se salvara, en este metafórico galimatías sobre la vida del rey del folk, el country, el blues, el swing, el rock.
Y es que al igual que el Dylan contemporáneo, la cinta peca de pedantería arropada entre tanto aire de grandeza. En esta ocasión los medios no justifican el fin. Ya que como experimento narrativo paralelo, con su orden y cronología, podría funcionar a las mil maravillas, pero como obra en conjunto desprende una inconexión que chirría. La leyenda, la persona, el padre, el amante, el crítico, el creyente, su relación con las drogas… son tantos pasajes, demasiadas historias en una sola vida. Dando un resultado irónico al intentar enmarcarlas todas en una sola película. La “innovadora” puesta en escena no llegará tan lejos como el artista.
Interesante punto de partida que pierde fuelle deambulando entre esa maraña de protagonistas. Nunca fui partidario de que en segundas o terceras partes cambiaran la cara del héroe, ya me dirán lo que puedo pensar en la situación que plantean Haynes y su colega Moverman “curiosamente nominado al Oscar por el guión The Messengers” con el guión de esta cinta. Ambos sufriendo y padeciendo de un agudo trastorno, llamado “Síndrome de Chuck Cunningham”. En un reparto coral, cuando a la mayoría de los personajes les falta garra, carisma, de nada valen los supuestos guiños a Fellini o la correcta ambientación y fotografía. Para que un equipo sea considerado como bueno tienen que jugar bien todos sus jugadores, aquí podrían pelear para competir en segunda.
La perfectísima mimetización e interpretación de Blanchett o ver por última vez, ahora sí, a Heath Ledger en la gran pantalla, son las únicas bazas que no salvan de la hoguera a la cinta que debería de haber servido como referencia para el estudio de un Dios en el crepúsculo. Trabajo vanidoso y narcisista como la peor cara del mejor Dylan.
Para colmo pone voz a una sola canción de treinta y cuatro interpretadas en la película, a modo de homenaje megalómano la banda sonora corre por cuenta de una recopilación de artistas.
Decía el compositor: “La mayoría de esos tipos llegan al despacho con las mejores intenciones y los dejan derrotados. Johnson sería un buen ejemplo de eso, Nixon, en cierto modo también Clinton, Truman y todos los demás. Es como que se acercan demasiado al Sol y se queman”.
Cuidado que cualquier día salís ardiendo tú, Haynes y todo la cuadrilla.
A pesar de todo, gracias Dylan.
Lo mejor: Blanchett y la valentía del proyecto.
Lo peor: Que es tan valiente que se olvida de pensar y organizar. Iba camino del más y se quedo en el menos. Puro hedonismo.
Nota: 4