Hemos sido testigos de la primera lectura de la Herencia Valdemar

★★☆☆☆ Mediocre

La herencia valdemar

Con mis dos cabezas y mis ocho ojos me siento en la sala para asistir a la apertura de la herencia. La película se inicia en nuestro presente en un lugar de España. Un tasador de la inmoviliaria Inmoberance enviado a la  vieja mansión Valdemar desaparece y, ante la urgencia de esa tarea, el trabajo recae en Luisa Llorente (Silvia Abascal). Una vez allí descubre el cadaver del tasador y es atacada por un misterioso ser, siendo  salvada por  un extraño personaje que acabará reteniéndola contra su voluntad.

Ante esta nueva desaparición, el presidente de Inmoberance, Maximilian (Eusebio Poncela), decide  enviar a un investigador privado (Oscar Jaenada), que parte hacia la mansión en compañía de la presidenta de la Fundación Valdemar (Ana Risueño). En el tren el investigador lee el diario de Lázaro Valdemar (Daniele Liotti), lo que nos traslada al siglo XIX, donde  Valdemar, tras pasar por la carcel  conoce a Aleister Crowley (Francisco Maestre) , con quien y en compañía también de otros como  Bram Stoker (Lino Braxe) realizarán una invocación: el rito de Dunwitch, que terminará trayendo a nuestra dimensión a una entidad  que cobra vida al encarnarse en un cadáver  y siembra el caos en la mansión. Leonor (Laia Marull), esposa de Valdemar, sacrificará su vida a la entidad para que su esposo siga vivo, quedando este  desolado en compañía de su fiel sirviente y amigo Jervás (Paul Naschy).

La acción retorna al presente, donde Luisa Lorente sigue secuestrada. Por su parte el investigador y la presidenta de la fundación  siguen camino hacia la mansión, y también el jefe de Luisa, Eduardo (Rodolfo Sancho) y su secretaria Ana (Norma Ruiz) , que parten hacia allí cumpliendo la orden del presidente de Inmoberance.

Los actores están bien en general, destacando Laia Marull y la siempre correcta Silvia Abascal, que de nuevo está secuestrada tras su papel en la serie Acusados, en la que se pasa recluida toda la trama. Abundancia de actores familiares por sus papeles en series como Los Serrano (Jimmy Barnatán), Cuéntame (Ana Risueño), La Señora (Rodolfo Sancho) e incluso Norma Ruiz, que es la pija mala de Bea la fea (¡!). Aunque de todas formas es injusto calificarlos de actores televisivos, ya que la mayoría de ellos tienen una fructífera carrera cinematográfica.

Punto y aparte merecen los dos actores invitados: Eusebio Poncela, que siempre está perfecto y cuyo enigmático personaje sospechamos que tendrá mucho que decir en la segunda parte de La Herencia Valdemar. Y si no, fíjense en el cefalópodo que luce en la empuñadura del bastón.

Y por supuesto Paul Naschy, que  crea todo un personaje comedido y entrañable como fiel sirviente de Lázaro Valdemar. Magnífico colofón para magnífica carrera. Aunque una cosa me hace sonreir durante la proyección. Esa misma mañana, antes del estreno leía en El Periódico esta declaración del director, José Luis Alemán:«Ya estaba malito cuando rodamos. Lo único que me dijo fue que no le hiciera subir escaleras. Fue una gozada tenerle. Era entrañable» … Y curiosamente la mayor parte de las escenas de Naschy se desarrollan en escaleras. Arriba  y abajo, abajo y arriba…

 Mi cabeza masculina y paradójicamente más emotiva habla de ella con este entusiasmo: Por fín hemos tenido acceso a una parte de La Herencia Valdemar, un film realizado de una forma clásica pero no por ello aburrido, aunque me temo que el público joven ávido de sangre, vísceras y susto fácil, se va a ver defraudado. De hecho varios de ellos abandonaron el cine antes de la aparición del muerto viviente que seguro les habría animado la pajarilla… pero, ¡Ay! ciertas referencias se les pueden escapar y tampoco valorarán el currado trabajo de ambientación. Díficil tarea la de José Luis Alemán con esta película. 

 Mi cabeza femenina y más crítica, sin embargose mantiene fría como corresponde a su cerebralidad y se encara a su otro yo en estos términos:  La vi ayer como correspondía hacer por la expectación que ha despertado en los círculos en que me muevo: la última interpretación de Naschy. Y Naschy está bien, sobre todo porque no se comporta como el emblema del terror que es sino que, con modestia se mete en ese personaje secundario y le da vida. Esa parte está salvada, pero la película no funciona, al menos no funciona como pieza independiente y habrá que esperarse a la segunda parte para acabar de juzgar si es una película en dos partes o simplemente una película que contiene otra dentro de sí, y que por su largo metraje se ha tenido que comercializar en dos entregas. Quiero decir que el pasado y el presente no se imbrican, le ha fallado la secuenciación. Durante la primera mitad lo consigue, las dos tramas guardan relación y la historia de Lázaro y Leonor funciona como explicación de lo que se supone leyenda de la casa Valdemar, mientras el presente de la narración va desarrollándose con sus acciones paralelas. Pero hay un momento en que esto se olvida y la película cambia de punto de vista, el flashback deja de ser tal y se convierte en una película de época con ambientación y espíritu gótico, con lo que, si alguien entra en ese momento de la proyección en la sala, no tendrá ningún elemento que le permita pensar que eso que está viendo es solo el relato de un antecedente de la acción principal. Yo misma dejé de interesarme por lo qué  le estuviera pasando a la  pijoarquitecta, de modo que el final abrupto y fatalmente enlazado me cayó como un mazazoPor una vez ambas cabezas no se escuchan y siguen cada una absorta en su propia perspectiva y su propio relato.

Mi yo él reflexiona: Es por otra parte inútil resaltar la magnífica ambientación y los impresionantes efectos especiales de maquillaje, que no escatiman en gusanosMi yo ella también se detiene en la ambientación y sigue su discurso buscando qué se puede valorar positivamente: Si no la califico de despropósito absoluto es porque tiene buenas ideas. A mí me gustan los créditos iniciales, sobre todo porque es un elemento que se descuida en el cine actual, pero también porque logra la sorpresa. Esos títulos nos hacen esperar que tras haber hecho desfilar a los personajes hasta entrar en la mansión, la película se abra en su interior y, en lugar de ello, nos introduce en una moderna oficina con personajes que no han sido presentados en el prólogo. Es un buen elemento de intriga. También me gusta el uso narrativo del color en el flashback, ese color que se degrada hasta el sepia en las partes más oscuras de la trama y que vuelve a encenderse y brillar en el reencuentro de los esposos. Y el uso del enfoque para dar protagonismo a uno u otro personaje dentro de un mismo plano recurso que da más agilidad a los cara a cara. Y la elegancia de sus travelings. Y lo acertado de su ambientación, vestuario y localizaciones, que sitúan la película dentro de la tradición del cine de terror clásico, un Hammer con más medios aunque menos efectivo, pero eso da paso a otra incongruencia: ¿qué pinta ese zombie a la Fulci dentro de ese planteamiento gótico? El zombie aliviará a muchos, los viejunos reconocerán un guiño y los jovencillos entonarán un “menos mal que esto se anima”, pero eso acaba de convertir al final en un absurdo. Cuidado que ese final habría funcionado perfectamente si esto fuera una serie televisiva, con su avance del próximo capítulo incluido, pero en los cines provocará la irritación de los espectadores quienes se sentirán estafados por haber asistido a una proyección que no es que deje con la miel en los labios, no, es que directamente parece cortada a tijera por el montador allí donde los productores le han dicho que ya había agotado el metraje del que disponía para la primera parte, no tiene un final abierto simplemente no termina y te ves obligado a abonar más dinero en taquilla como si hubieses estado jugando al Tetris y se hubiese acabado el créditoNunca hubo tanta discrepancia entre mis ocho ojos, parece talmente que hubiesen visto dos películas diferentes y desde detrás de las gafas redondas que adornan mi rostro masculino se opina: Aunque la película es de corte clásico, hacia el final tenemos la aparición de un magnífico zombi “a la Fulci” con canivalismo incluído, que dota de acción el climax y nos deja con ganas de ver el desenlace de una película que, en general se me hizo corta. Pienso en cuanto hubiera disfrutado Naschy viendo el logotipo de la Universal al inicio de  la película…La mujer que hay en mí se sube sus gafas de pasta para tratar de descifrar que le está pasando a su mitad más amada, cómo pudo hacérsele corto un film que debería haberse recortado aún más y renunciar a su pretensión de ser díptico para atreverse a ser una larga película con entreacto.  Mira inquisidora con el ceño fruncido a los otros ojos pero como son de hombre están entornados para concentrarse en su esdrújulo discurso, hay yaalgunas referencias al universo Lovecraftiano,  pocas de momento, y la intervención de otros personajes que pueden parecer disparatados, pero que a poco que se repase mínimamente sus biografía deja de ser su aparición algo tan descabellado. Sin ir más lejos, el mago Aleister Crowley estuvo en España en 1908 junto a su amigo Victor Neuburg, cruzando la frontera en Bayona y recorriendo a pie Pamplona, Logroño, Soria, El Burgo de Osma, Aranda de Duero y así hasta llegar a Madrid.  Y en cuanto a Bram Stoker, aunque no estuvo en España,  fue miembro de  la Orden Hermética Golden Dawn donde no coincidió sólo con Crowley sino también con otros escritores como Yeats, Machen, Algernon Blackwood, Rider Haggard y Conan Doyle.  Por otra parte hay quien incluye su novela, La Guarida del Gusano Blanco como perteneciete a los Mitos de Cthulhu , novela que ya rodara un alucinado Ken Russell en  1988 (The Lair of the White Worm)Y Serendipia haciéndose mujer mujer se da la razón elevando una adversativa, pero no basta con acumular referencias, presentar una fotografía esmerada y unos efectos especiales de excelente factura para obtener un clásico del terror como pretendía José Luis Alemán, es más, hubiera sido mejor que hiciese una criba en sus conocimientos para conseguir una obra mejor trabada sin dirigibles ni trenes de época que no dan más que la impresión de haber intentado plasmar una estética steampunk de la que no se saca partido porque ese intento no es intencionado o al menos no lo parece y el resultado sólo se puede calificar de pegoteA los hombres cuando se ponen mode on erudito no les gusta ser contrariados y mi yo varón casi pide una intervención quirúrgica que nos parta el corazón, yo amo el género y siempre defenderé estos intentos sinceros de recuperarle dimensiones que están quedando olvidados y digo sinceros por contraposición a Los Otros de  Amenábar que sólo podía resultar complaciente a quienes no son asiduos espectadores del fantaterror , mi naturaleza femenina se revuelve recordando que en algunas declaraciones Alemán ha reconocido sus deudas con Amenábar y añadiendo: yo no sólo amo el género, amo el cine, y pido que se ofrezcan resultados y no únicamente  propósitos  por loables que estos sean.Echan chispas los ocho ojos pero se besan los labios cuando constatan que ambas mitades quieren ver la segunda entrega aunque en un caso sea por interés en la trama misma y en la otra para acabar de confirmar o no que a esta película le ha pasado lo peor que puede pasarle a una cinta de tan complicado argumento, que se fracture en dos sin que se le vea continuidad posible de una a otra parte. Habrá críticas de todos los colores, mi naturaleza dual me ha permitido desdoblarme y ofrecer dos visiones contrastadas, pero todo mi yo está convencido de que el boca-oreja actuará en contra de La Herencia Valdemar y puede llegar a poner difícil su estreno en salas comerciales.  Espero equivocarme en este presagio agorero porque no hay duda de que José Luis Alemán ha puesto todo su empeño y su amor en su obra y, aunque su intento haya sido fallido, merece tener la oportunidad de que su opera prima se vea en pantalla grande en su totalidad.

Lo mejor: Su ambientación y sus localizaciones.
Lo peor: Su deslabazada estructura narrativa.
publicado por Serendipia el 26 enero, 2010

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