Invictus
Cuando un Clint Eastwood se estrena en la cartelera dos cosas son las que suceden siempre, por una parte la oportunidad de regocijarse con una narrativa clásica casi extinta en el Hollywood actual, Eastwood es el heredero de un cine preciosista que durante mucho tiempo estuvo en manos de los mayores maestros, y que ahora desaparecidos solo podemos ver su reflejo en pocos autores, y uno de ellos es Clint Eastwood.
La otra cosa que sucede es que todos tiran a dar a Eastwood, si no se trata de una obra maestra –entendida según ellos- las malas críticas llueven por todas partes, y cosa curiosa, después de un tiempo, cuando toca hablar de la película en pasado, el título en cuestión se recuerda como una ilustre película de las que ya no se hacen.
Eastwood regresa con un drama biográfico centrado en el tema del racismo, para ello ha tenido que contar con dos actores de remnombre que ayuden hacer taquilla, Morgan Freeman y Matt Damon, que interpretan a los dos protagonista del film, el primero a Nelson Mandela y el segundo al capitán de la selección de Sudáfrica de rugby Francois Peinaar.
Anthony Peckham adapta el libro escrito por John Carlin, The Human Factor: Nelson Mandela and the Game That Changed the World, historia ambientada cuando Nelsol Mandela se convierte en presidente de Sudáfrica, y durante la celebración en 1995 del campeonato del mundo de rugby, logrando Sudáfrica el campeonato tras imponerse a Nueva Zelanda por 15 a 12.
Nelson Mandela utilizaría el deporte, con ayuda de la estrella Francois Peinaar como vía para la reconciliación entre la población blanca y la negra del país.
Eastwood narra correctamente, como hace siempre en todas sus películas, tanto en las grandes como en las pequeñas, pero también es cierto que en Invictus no se encuentra esas genialidades que hemos visto en muchos otros trabajos suyos, y que al echarlas de menos podría desilusionarnos.
El verdadero protagonista es el mundial de rugby y a través de diferentes tramas narra como la influencia del deporte logra cambiar la mentalidad de las diferentes clases sociales y el acercamiento de blancos y negros unidos por un mismo fin.
Una película humana y de sentimiento que transmite valores en los que se debería fundamentar cualquier sociedad, pero cuando Eastwood entra en el terreno de lo épico, al igual que le sucedía con Banderas de nuestros padres o Cartas desde Iwo Jima, titubea su narrativa, la sensiblería y el efectismo estropea un trabajo que de haber sido más sencillo otro juicio estaríamos haciendo.
Invictus es una película acertada y entretenida de la que no nos arrepentimos de haberla visto. No siempre Eastwood podrá hacer un Sin perdón o un Mystic river.