Up in the air

Ryan Bingham (George Clooney) es todo un depredador, un tiburón, un hombre nacido por y para el oficio. Una labor que desempeña de manera impecable, con la que muchos no podrían lidiar. Se encarga del trabajo sucio de las empresas, evitando que los peces gordos se manchen las manos. Despide a sus empleados a lo largo y ancho de todo el país e intenta darles un mínimo consuelo en semejante momento tan delicado. Sin titubeos ni lágrimas, sobrevuela y vive en cielo norteamericano, con un único objetivo, llegar a los 10 millones de millas y formar parte de un exclusivo club. Con lo que no cuenta, es con la aparición de dos mujeres que pretenden trastocar los cimientos de una planificada agenda. Una joven y prometedora psicóloga, Natalie (Anna Kendrick), pupila de Clooney que intenta cambiar la política de empresa, y la atractiva e intelectual Alex (Vera Farmiga), femme fatale que pondrá a prueba las habilidades de un corazón que no late.

Lo que si funciona a la perfección, al unísono, son los interpretes de la película, que encajan con delicadeza en un guión y dirección a la que Jason Reitman nos está acostumbrando. El canadiense, al que pocos deberían cuestionar, viene dibujando una interesante filmografía en la que amamos a esa construcción de personajes que odiaríamos en la vida real; como el portavoz de una empresa tabacalera –Aaron Eckhart– en Gracias por Fumar, o la joven menor Juno Ellen Page– que se queda embarazada del freak –Michael Cera– y pretende dar su hijo en adopción a una pareja, en la que él –Jason Bateman-, que repite de manera breve con el director-, se enamora de ella. Unos protagonistas que se equivocan, pierden y luchan para seguir adelante en una vida que ha dejado de ser fácil.

Como tampoco tiene que resultar sencillo el afrontar tantas cuestiones en un único film y no fracasar en el intento. Up in the air, que suena con razón como favorita en muchas de las quinielas a los grandes premios de la academia, acierta plenamente al tratar el tema de “La Crisis” con tanta sutileza. No podemos verla simplemente desde el punto de vista económico; chapeau por las naturales escenas de despidos con las breves apariciones de actores como J.K. Simmons o Zach Galifianakis, hay que indagar y ver que el trabajo o la ausencia de éste provoca un crisis aún peor, la existencial. Vidas que avanzaron demasiado rápido a un punto sin retorno, necesitadas de un apoyo, una válvula de escape, papel que desempeña Clooney a la perfección. Un tipo carismático al que todos buscan cuando hace falta ayuda y que no tiene a nadie cuando flaquea o duda.

Emotiva y divertida a partes iguales, enmascara bajo el fino caparazón un inmenso drama. Juega a la insinuación guiando al espectador por un terreno que creé conocer, aventurándonos a especular con un final un tanto inesperado. Una obra literaria de la que brota un cuidado guión original cargado de pequeños detalles, apoyada en diálogos bien construidos y un reparto que no tiene la necesidad de usar nuevas técnicas para salirse de la pantalla.

Delicada puesta en escena, cuidada la fotografía; preciosos los planos aéreos o las oficinas vacías. Acompañada por una exquisita banda sonora desde el primer hasta el último track, donde destacan Crosby, Stills & Nash y las desconocidas piezas de Dan Auerbach o Sad Brad Smith. Vendita naturalidad.

Pocas pegas, ninguna, para un director, Jason Reitman que se consagra con esta cinta, expresando sin hablar, apostando por la carta de la falsa verdad, las apariencias, la pérdida de la fe y como volverla a recuperar. Moviéndose como pez en el agua, pero codeándose con los de arriba, se integra en el círculo especial de directores que no tenemos que perder de mira.

Esperemos que no se quede sin gasolina.

 

 

Lo mejor: El halo de naturalidad que envuelve a una de las cintas más completas del año. Actores, dirección, guión y banda sonora encajan formando un pieza de admirable factura.
Lo peor: Una leve desorientación y bajada de ritmo, pero sobre todo saber que pocos con tan poco hicieron tanto. Habrá que esperar para volver a ver algo igual, por lo menos en Hollywood.
publicado por Ñete Rodriguez Peña el 12 enero, 2010

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