Celda 211
Reconozco mi desencanto, excepto alguna brillante excepción, por el cine patrio de los últimos años, por eso fui dubitativo a la proyección de Celda 211, vislumbraba algo diferente pero no esperaba que consiguiera atraerme y entumecer mis sentidos de tal manera, salí de la sala con una fina sonrisa de satisfacción, y este año me ha pasado en contadas ocasiones.El director Daniel Monzón que también firma el guión junto con su compañero de fatiga Jorge Guerricaechevarría crea una atmosfera y ritmo propicios para narrarnos una dura, oscura, viva y veraz historia carcelaria. El anterior proyecto de Monzón y Guerricaechevarría, La Caja Kovak, contenía infinidad de errores pero ya se advertía una apuesta por realizar algo diferente que saliera de la normalidad; con Celda 211 siguen su filosofía de ofrecer nuevas tramas pero en este caso la inmadurez e irregularidad se han quedado fuera de la prisión.
De la dirección de Daniel Monzón, aunque no se aprecie nada novedoso consiguió –ayudado por la tensión de la trama– que me olvidara que estaba viendo a través de una cámara, y pasar desapercibido es una de las mayores cualidades a las que puede aspirar un director. La historia versa sobre un funcionario de prisiones (Alberto Ammann) que el día antes de comenzar su trabajo se ve atrapado en un motín carcelario, para sobrevivir deberá ocultar su identidad y hacerse pasar por preso. En esta lucha por la supervivencia se irán agregando diferentes historias, algunas con menor interés, que acabarán transformando y otorgando un nuevo y profundo significado a lo que en principio era una simple trifulca.
Y dando vida a un guión modélico un elenco de actores convincentes, Marta Etura resulta plausible aunque su personaje se ha estirado demasiado, un maquiavélico Carlos Bardem, un Luis Zahera que despide realismo por sus cinco sentidos, un Antonio Resines violento, un Morón moralista, terminando por uno de los protagonistas de esta historia, Ammann cuya interpretación resulta creible. Destacan los intérpretes de los poderosos de los aparatos de poder, malos actores, personas minúsculas, sin poder de decisión, no saben llevar las riendas de los problemas, solo sirven para colgarse méritos y medallas desmerecidas; me recuerdan, con sus andares y discursos ridículos a mucha escoria política.
Otra mención aparte, merece el personaje de Malamadre un prisionero carismático, violento, sin nada que ganar en la batalla de la vida salvo el respeto, luchará para conseguir las atenciones que cualquier persona debe recibir, hasta un ser como él. Detrás de su aura de liderazgo se esconde Luis Tosar, pletórico en su papel, irradia realismo y crueldad, pasará el tiempo y el personaje de Malamadre seguirá intacto en la memoria; la interpretación de Tosar es de reverencia, supone todo una satisfacción para la vista y el oído.
Detrás del motín se esconde toda una lucha política, la policía tendrá que proteger a los mismos etarras que atentan contra los suyos, una paradoja solo vista en dos mundos: en el literario y en el político. El literario conserva ficción, al fin y al cabo es aceptable, pero el político irradia corrupción, es deleznable que no les importe pactar con el enemigo, solo anhelan un pensamiento, salir impune ante sus votantes, las consecuencias que acarreen sus rastreros actos no importan porque a ellos no les afectan.
Celda 211 tiene una capacidad de magnetismo envidiable, nos cuenta una historia cruda y solvente con un final sorprendente, posiblemente la mejor película española en lo que llevamos de siglo.
Lo mejor: Luis Tosar, y la historia.
Lo peor: No me terminaron de convencer algunas escenas de fuera de la cárcel.