Paranormal activity
Hay películas que es imposible no comparar con otras. Ya sea por su semejanza en el argumento (como cuando salió “Moon” y nos recordaba tanto a “2001. Una odisea espacial”), porque su director tiene una idea del espectáculo muy definida (pensemos en cuando Roland Emmerich o Michael Bay estrenan película) o ya sea por otros aspectos no tan internos de la película.
“Paranormal activity” se encuentra en este tercer grupo y es muy raro escuchar o leer una crítica, comentario, recomendación, tertulia de taberna o conversación de patio de recreo que hable de esta película y no saque a colación “El proyecto de la bruja de Blair”. Y es normal, porque ambas se parecen muchísimo.
Las dos fueron películas realizadas con un presupuesto ínfimo en contraste con el dinero que han recaudado en todo el mundo, las dos vienen acompañadas de una campaña por internet basada en el boca-ojeja (o en el teclado-pantalla en este caso) que ha generado un regimiento de admiradores (al igual que un ejército no menos cuantioso de detractores, como siempre suele pasar en estos casos), las dos tienen su gancho en dotar a la cinta de una aureola poderosamente realista en el tratamiento de temas sobrenaturales y terroríficos, de forma minimalista y manteniendo y elevando la tensión del espectador a base de que no pase nada, o casi nada y las dos tienen actores amateurs que se ven obligados a improvisar sobre unas pocas (aunque muy estudiadas) piezas de guión a la vez que ruedan ellos mismos cámara en mano. Cualquiera pensaría que han sido ideadas por la misma mente criminal.
Tanto se parecen, que las sensaciones que me generan una vez vistas, son prácticamente iguales y, aún así, hay un par de puntos que ponen a ésta un pequeño escalón por encima de la anterior. Un par de secuencias, tan bien ideadas y colocadas en el momento en el que la tensión del espectador se encuentra bordeando del DEFCON 1, que si me encontrase en mi etapa pre-adolescente (cuando era más miedoso que Dudo, de “Fraggle Rock”) habrían hecho que durmiese más de una semana con la luz del pasillo encendida. Un par de momentos maravillosamente planeados y con la colaboración absoluta de dos actores que consiguen hacer que nos acojonemos ante la veracidad de su interpretación.
Oren Peli, el director de este fenómeno paranormal en forma de idem (si es que el apellido del hombre pone a huevo el estúpido e innecesario juego de palabras) ha tenido suerte de que Spielberg diera por casualidad con la cinta y se tuviera que esconder dentro de su gorra del canguelo que le dio, catapultándola, tras apadrinar a su director, al número uno de la taquilla usamericana, dos años después de que se estrenara en el Screamfest film festival. Si el barbudo director no hubiese intervenido, probablemente sería otra curiosidad más, carne de cañón de videoadictos investigadores del tamaño de Quentin Tarantino.
Pero la suerte hizo que este joven realizador de origen israelí, antiguo programador en el mundo de la animación y los videojuegos, haya sido llamado a las puertas de Jolibú, con un bonito cheque para su siguiente película, que se hará llamar “Area 51”. Quizá sea este un salto que hemos visto demasiadas veces, de la película de terror paranormal, al tema de los extraterrestres o de los sádicos asesinos en serie, algo que a priori no suena demasiado original. Esperemos equivocarnos y que el señor Peli tenga aún mucho que decir en el género terrorífico, porque, ¿alguien sabe qué ha sido de Eduard Myrick y Eduardo Sánchez?
¿Que quienes son estos tipos, me decís? Pues eso lo dice todo, cuando el post empieza comparando su peli con la de Peli… (aplauso y medio).