A raíz de un corto (y genial) relato de Dostoievski, Visconti creó la más bella y fiel reproducción del espíritu de un libro que se haya hecho en el cine jamás.

★★★★★ Excelente

Las noches blancas

A raíz de un corto (y genial) relato de Dostoievski, Visconti creó la más bella y fiel reproducción del espíritu de un libro que se haya hecho en el cine jamás. Entre la nieve, la bruma y la nórdica hermosura de María Schell parece que en vez de la urbe italiana la película se desarrolla en el San Petersburgo original.

La trama es tan simple como cautivadora: una bella moza, que vive con su abuela, se enamora de un misterioso personaje que alquila una habitación en su casa. Un día, tras fantasear durante largo tiempo, ambos se prometen; pero el individuo tiene que abandonar la ciudad por un año sin dar explicaciones. Sólo le promete que al volver se encontrarán allá donde se estaban despidiendo. Justo un año después, otro galán taciturno se encuentra llorando a la muchacha en un puente, se irán haciendo amigos y él se enamorará de ella, quedando todas las noches allá donde la enamorada espera ansiosa la vuelta de su prometido. Hasta aquí la sinopsis, no quiero chafar semejante obra maestra a aquéllos que les pique el gusanillo de la curiosidad por libro o película.

El lúgubre encanto del relato del genio ruso late en cada fotograma, al igual que la sensación de que el amor es un placebo para el sufrimiento vital. La desesperación de la falsa esperanza que invade las almas penetra en los sentidos, y sin darte cuenta estás embriagado de melancolía, esa sorda enemiga que te paraliza durante horas. Sólo por haber traspasado todo esto de la página al celuloide, Visconti ya merece su sitio en el Olimpo de los Dioses del cine. Y también Nino Rota, uno de los más grandes músicos del cine que siempre supo qué nota colocar en cada momento, siempre fue al compás de las tramas.

No puede faltar la mención a los actores. De María Schell sólo se puede decir que ninguna sonrisa brilló tanto en una pantalla. Y de Marcello Mastroianni, ¿qué se puede decir?. Es increíble ver cómo un hombre de su talla y aplomo se puede convertir en un “pagafantas” y convencerte de que nadie hubiera podido hacerlo mejor. A quienes hayáis estado enamorados hasta perder el norte no os será difícil reconoceros en él, en ese tipo atontado por el “amour fou” que ve como el objeto de su deseo está a la vez tan cerca y tan lejos.

Ved lo que el gran Marcello, cegado por esa belleza angelical,  puede hacer por amor en el trailer:

publicado por Javier Martínez el 31 octubre, 2009

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