El imaginario del Doctor Parnassus
Antes de empezar esta crítica, tengo que avisar de un detalle: no voy a ser imparcial. Esta película me enamoró de principio a fin, como hacía mucho tiempo que no me pasaba con una película. Y otro aviso: los no familiarizados con el universo de Terry Gilliam deberían abstenerse, o, al menos, acercarse con cuidado.
Porque "El Imaginario del Doctor Parnassus" es una película puramente Gilliam (a diferencia de otras cosas como "El secreto de los hermanos Grimm", que se inscribía más en el terreno del cine mainstream), emparentada con otras obras del director como "Brazil", "Los héroes del tiempo" o, sobre todo, "Las aventuras del barón Munchausen". La desbordante imaginación del ex Monty Phyton rebasa los límites de la pantalla para ofrecernos una experiencia visual, argumental y sensitiva única, a partir de una idea tan simple como la revisión del mito de Fausto.
El doctor Parnassus (Plummer, el Sherlock Holmes de "Asesinato por decreto" y el capitán Von Trapp de "Sonrisas y lágrimas") viaja alrededor del mundo con su troupe circense y su espectáculo "El Imaginario del Doctor Parnassus", donde hace que la gente entre en un espejo y vea el reflejo de su propia mente, su imaginación, sus recuerdos, esperanzas y frustraciones. Pero no es un mero truco, no: en realidad, Parnassus tiene el poder de leer las mentes, lo que podría haberle hecho rico y famoso de no ser por un pequeño detalle: años atrás le vendió su alma al mismísimo Diablo (Waits) para ser inmortal; y el Diablo, hijoputesco como sólo el sabe ser, le ha ido tentando con diferentes apuestas a lo largo de los siglos, con resultados irregulares. Claro que con la última se pasó: enamorado hasta las cachas, Parnassus le prometió al Diablo entregarle a sus futuros vástagos con tal de volver a ser mortal (y joven) para seducir a su amada. Y hete aquí que en ese momento comienza la película, cuando el Diablo se presenta ante Parnassus para anunciarle que, en unos días, vendrá a cobrar su pago en la forma de Valentina (Cole), la hija de Parnassus, que está a punto de cumplir 16 años.
Es en ese momento cuando entra en escena Tony (Ledger), un misterioso joven que aparece en extrañas circunstancias y que decide ayudar a Parnassus y su troupe en su apuesta contra el Diablo, primero porque no recuerda quién es, y segundo atraído por Valentina. Los resultados de la irrupción de Tony en el mundo fantástico de Parnassus, Valentina y el Diablo serán altamente impredecibles para todos (el Diablo incluído), y llevarán a unos y otros por un camino de redención que ninguno esperaba recorrer.
Gilliam es un especialista en retratar tipos raros, outsiders, renegados sociales y todo tipo de freaks. No obstante, también tiene una habilidad única para explicarnos cuentos, y sobre todo para hacer que nos los creamos. Y eso es justamente lo que es "El Imaginario del Doctor Parnassus": un cuento fantástico, a veces dramático, a veces cómico, pero siempre emocionante. Visualmente es apabullante: a Gilliam no se le ha olvidado su época en los Monty Phyton, y utiliza unos decorados sumamente barrocos que consiguen adentrar al espectador de pleno en el mundo fantástico que hay tras el espejo de Parnassus; en contraposición, el mundo real (el Londres actual) es gris, feísta, oscuro y muy desagradable. No nos muestra el Londres del glamour y la belleza (excepto en un par de escenas muy concretas), sino rincones sórdidos, apartados, llenos de borrachuzos y estúpidos. Es la oscuridad de la realidad frente a la luz de la fantasía, del mundo interior. A ello ayuda la magnífica fotografía del italiano Nicola Pecorini, colaborador habitual de Gilliam, cuyo trabajo es absolutamente magistral.
Es cierto que el guión puede llegar a ser algo confuso (es algo de lo que Gilliam suele pecar, para qué negarlo), cayendo en ciertos altibajos, especialmente en la parte central de la película. Sin embargo, Gilliam suple las carencias de un guión obviamente alterado por los sucesos acaecidos a mitad del rodaje (la muerte de Heath Ledger y la casi cancelación del proyecto) con una buena dosis de imaginación en los aspectos técnicos, una manita de los que fueron amigos de Ledger en vida, y una dirección de actores sencillamente soberbia.
Plummer, actor desaprovechado en general, está aquí fantástico como el Parnassus del título, un hombre arrepentido de lo que ha hecho pero que se revela incapaz de superar sus adicciones, ya sean éstas el alcohol o pactar con el Diablo. Y el Diablo… madre mía. Tom Waits, cantante de profesión, actor por afición (¿quién no lo recuerda como el genial Renfield del "Drácula" de Coppola?), se come todas las escenas en las que aparece con su voz de cazalla, su mirada malévola y su presencia genuinamente cool; sinceramente, es una pena que no se pasee más por el cine, porque es un actor espléndido (próximamente lo veremos en "The Book of Eli", de los hermanos Hughes).
Heath Ledger. ¿Qué decir de él? El mundo del cine no será jamás consciente del todo del talento que se perdió con su muerte, hace ya casi dos años. Era un actor extraordinario, capaz de dotar a sus personajes de una vida interior, una profundidad y una conexión con el espectador que pocas veces se había visto antes, especialmente entre los actores de las nuevas generaciones. Su Tony es un caballero andante un tanto despistado, un pícaro con una labia impresionante, alguien que se sabe meter en el bolsillo a cuantos le rodean; pero también tiene un lado oscuro, desagradable, que apenas llegamos a intuir nos asusta, y que se desarrollará de forma dramática en el último tercio de la película. Viéndole hablar, engatusar a la gente para que entren en el espejo de Parnassus, eclipsando al pobre desgraciado de Anton (Garfield) en los afectos de Valentina, una sólo puede pensar en el talento desbordante que este hombre poseía, y en la tragedia (más allá de la tragedia que ya es de por sí la muerte de una persona con sólo 28 años) que su pérdida ha supuesto para el mundo del cine, justo cuando éste empezaba a despuntar de verdad.
Al lado del trío protagonista nos encontramos con un eficaz reparto de secundarios: Lily Cole, jovencísima actriz británica que enfrenta aquí el papel de más peso de su carrera está también magnífica, aunque evidentemente poco puede hacer frente al trío de pesos pesados que tiene enfrente; Andrew Garfield, visto en "Leones por corderos" y "Las hermanas Bolena", y que tiene ante sí la difícil tarea de ser el oponente directo de Ledger; y el diminuto Verne Troyer (a.k.a. Mini Yo), que encarna aquí al ayudante y voz de la conciencia de Parnassus, con todo lo que ello implica. Eso por no hablar del trío estrella: Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell, que fueron los encargados de reemplazar al fallecido Ledger tras su muerte, en cada una de sus encarnaciones tras el espejo de Parnassus. Los tres están francamente bien (de Depp no esperéis más allá de 7 u 8 minutos en pantalla), pero palidecen al lado de la interpretación de Ledger.
Película extraña, desbordante, gilliamesca hasta las cachas, "El Imaginario del Doctor Parnassus" es un cuento maravilloso sobre los peligros de crecer y descubrir que aquellos a quienes amamos no son lo que parecen. Y es también una defensa de la fantasía y la imaginación frente a los demonios que nos acechan en el mundo real, sean éstos humanos o divinos. Vale la pena pasar a través del espejo (como Alicia) y perderse en el mundo de fantasía de ese Parnassus que es Terry Gilliam, aunque nos sintamos un poco perdidos; es más, vivir allí seguro que es mejor que hacerlo en nuestro mundo sucio, feo y triste. Tiene que serlo. Gilliam lo dice, y yo le creo.