Enemigos Públicos
Michael Mann es uno de los directores americanos actuales más interesantes. No sólo argumentalmente, sino visualmente. Consigue retratos urbanos como pocos, desde el drama hasta el thriller. Tiene un gusto musical envidiable y todas sus películas son un compendio de canciones y elecciones musicales a tener en cuenta. Ni qué decir tiene que regala a actores grandes papeles por los que serán recordados y nominados.
Enemigos públicos es una peli de época. Empieza en 1933 y nos enseña a un John Dillinger guaperas que roba bancos, se escapa de cárceles y vive una vida intensa sin pensar en el mañana. También goza de popularidad. Es un ladrón y asesino con una energía increíble… pero aparece el factor femenino. Mann también tiene buen gusto para sus actrices. En este caso, Cotillard es la impresionante chica que no encaja en la sociedad, con unos ojos inmensos y una sonrisa cautivadora.
La historia de Dillinger y Melvin Purvis, representante del ahora conocido como FBI, es la historia del Estado persiguiendo a un atracador. En cierto modo he visto Heat, pero ambientada en el año 33.
Aunque Depp y Bale están a la altura, representan la juventud de De Niro y Pacino en Heat. En esta película ambos personajes tienen una vida por delante y mucha pasión. Uno quiere vivir a tope hasta que encuentra un motivo por el que dejar de atracar y otro persigue a un forajido como máxima prioridad. Ambos se van siguiendo y se enfrentan. Hay tiroteos varios (el mejor, el de la cabaña de noche). Ambos personajes se "respetan" y saben bien cómo pueden acabar.
Sin embargo, lo que más chafa la película es el exceso de estilo de Mann. Ha querido hacer, de forma declarada, una película con estilo inquieto, documental, que nos hiciera estar en la acción. Sin embargo estar tan dentro de la acción nos marea y nos despista, no nos deja ver bien… No es la película redonda que debería ser por que Mann ha antepuesto, más que en sus otras producciones, la técnica hd a la narración. Y eso canta y da la impresión de chapuza.
Una película que no se hace pesada, pero que aprueba justito.