Arrástrame al Infierno (Drag me to Hell)
Rebuscando en los frondosos y poco podados ramajes de los bosques de mi memoria, creo atisbar, entre brumas, recuerdos de una gamberrada cinematográfica perpetrada por un inglés con cara de tímido y bonachón, llamada "Evil dead" y traducida por nuestra tierra como "Terroríficamente muertos". Si la neurona no me falla, recuerdo haber ido a comprar un par de cintas VHS con Héctor "El mayor" (que aunque sólo es mes y pico más viejo que yo, se ganó el apelativo por crecer y cambiar el timbre de voz el primero en el colegio), primer número de alguna colección por fascículos de kiosco de barrio, centrada en el gore o el terror, por un precio irrisorio. Ese primer número, incluía la película que acabo de nombrar y otra gran joya de las gamberradas de casquería y cercenaciones varias a cargo del ahora rey de la Tierra Media, Peter Jackson, llamada "Braindead (tu madre se ha comido a mi perro)".
Recuerdo la mezcla entre sustos, repugnancia y carcajadas que esas dos cintas me generaban. Protagonistas que bregaban con monstruos de toda índole como si algo así les pasase todos los días, fantasmas torpes, zombies ninfómanas, bebes no-muertos traviesos… una retahíla de gags teñidos de rojo coagulado que nos mantenía pegados al sofá y descojonados.
Poco a poco, Sam Raimi, el responsable de aquella "Terroríficamente muertos", fue dejando el terreno del terror cachondo en busca de nuevos retos. "Darkman", "Un plan sencillo" o la trilogía de "Spiderman" (trilogía que, tras la tercera de sus entregas, provocó en mí instintos asesinos contra él), perdiendo frescura a medida que se incrementaba el presupuesto.
Supongo que, agotado tras las disputas con la productora por el guión de "Spiderman 3" y el stress que provoca jugar con un juguete tan caro, Raimi se ha querido tomar un pequeño respiro y volver a aquellos divertimentos gamberros de su juventud. Se ha juntado de nuevo con su hermano Ivan e imagino que se han partido el pecho imaginando cómo podían marear y de qué podían pringar a la protagonista de una nueva cinta. Así, entre susto, sustancia pegajosa y secuencia absurda, ha nacido "Arrástrame al infierno".
Christine es una chica lista y aplicada, quizá demasiado amable para el director del banco en el que trabaja, al menos si quiere optar al puesto de subdirector que está vacante. Para demostrar que puede tomar decisiones complicadas, decide denegarle a una vieja extranjera bastante peculiar, la prórroga del crédito y demorar así el embargo de su casa. El problema es que ha elegido el peor momento y a la peor persona posible para dar muestras de autoridad y carácter inflexible, pues la anciana, muy cabreada, tras una genial pelea en el aparcamiento del edificio, decide echarle un mal de ojo, poniéndola en el punto de mira de un demonio con cuernos. Si en tres días no soluciona el tinglado, tiene una habitación calentita asegurada en la planta baja del infierno.
Los hermanos Raimi mezclan en calculadas dosis, elementos de terror, gore, comedia y acción, logrando que la película no decaiga en ningún momento. Cuando no pegas un bote por la subida de la música y la aparición de algún espectro, estás muerto de risa ante alguna de sus grimosas ocurrencias. No debe ser muy agradable que una vieja bruja con muy mala leche intente morderte cuando se ha olvidado poner su dentadura postiza y sólo te pringue de una sustancia verdosa, pero visto desde la butaca no deja de tener su gracia.
Si sois impresionables, odiais los sustos facilones, os provocan cardiopatías molestas los espectros burlones y tendéis a suprimir la cena tras ver babas, moscas, larvas y demás fluidos repugnantes impactando en la cara de una chica guapa, quizá ésta no sea vuestra peli. Si por el contrario sois de los que entráis encantados en la casa del terror para pegar botes con los actores, os encanta meter sustos a la abuela escondiéndoos detrás de las puertas y torturabais con arañas y moscas a vuestra hermana pequeña, no lo dudéis, Sam Raimi es vuestro tipo. Dejaros arrastrar hasta su infierno de niño travieso.