“”Ángeles y Demonios”” es un film entretenido, que se disfruta con la misma facilidad con que se olvida, y que, si bien no es una película notable, está lejos de horrores vistos este año como “”Dragonball Evolution”” y similares

★★★☆☆ Buena

Ángeles y demonios

He de reconocer que fui a ver "Ángeles y Demonios" con cierto mosqueo, provocado por motivos varios: primero, Ron Howard es un director mediocre tirando a malo, del que sólo salvaría dos películas ("Splash" y la maravillosa "Willow"), y que cuando se pone trascendental es poco menos que insoportable (odié con pasión "Una mente maravillosa", una de las películas más sobrevaloradas de los últimos años); segundo, la adaptación al cine de "El Código Da Vinci" me pareció floja, floja, sin la más mínima garra ni la tensión que hacían del libro al menos un thriller entretenido, y eso a pesar de contar con actores del calibre de Tom Hanks (y su pelazo), Ian McKellen o Paul Bettany (éste último probablemente lo mejor de la película); y tercero, sigo sin creerme a Hanks en su personaje de Robert Langdon, ese Indy trajeado que en las novelas se parecía más al gamberro George Clooney que al bonachón Hanks.

Dicho esto, he de reconocer que "Ángeles y Demonios", la película, no es tan mala como algunos han dicho. Tiene algunos detalles interesantes, como la utilización que se hace del tema final de la BSO de "El Código Da Vinci", el majestuoso "Chevaliers de Sangreal", tocado por el maravilloso violinista Joshua Bell, y, sobre todo, tiene algo de lo que carecía su antecesora: ritmo. Un ritmo incesante, que no es trepidante pero al menos contribuye a mantener el interés del espectador, y que no se ve interrumpido por farragosos discursos explicativos de Langdon (que, francamente, resultan aburridos para el profano y absurdos para el entendido, por lo mal documentados que están Howard, su guionista Akiva Goldsman y el propio Dan Brown, el hombre que le puso escaleras a la Giralda).

De los actores poco se puede decir: Tom Hanks (ya sin pelazo) pasa el trámite con algo más de entusiasmo que en "El Código Da Vinci" (pero sin pasarse), Ayelet Zurer pasa prácticamente desapercibida, y Stellan Skarsgard sigue creyendo que el cabreo perpetuo es lo mejor para dar intensidad a los personajes que interpreta. Los mejores del reparto, sin duda, son el veterano Armin Mueller-Stahl, que consigue dotar al personaje del Cardenal Strauss de matices de gris bastante interesantes (aunque yo, cada vez que lo miro, veo al padrino ruso de "Promesas del Este", y me da un miedín…), y, sobre todo, el siempre excelente Ewan McGregor (ríete tú del Pájaro Espino), quien tiene a su cargo el personaje más interesante de la trama, el del Camarlengo (Secretario Papal) irlandés Patrick McKenna (que en la novela original era italiano y se llamaba Carlo Ventresca), que ostenta el poder del Vaticano en el lapso temporal entre la muerte del Papa y la elección del nuevo Pontífice, y cuya figura será clave para que Langdon pueda resolver el misterio de los Illuminati; sin ser un personaje extraordinario, McGregor lo interpreta con una dignidad y una solvencia ejemplares, que se magnifican si se ha leído la novela original y se conoce el destino final de su personaje.

En resumen, que "Ángeles y Demonios" es un film entretenido, que se disfruta con la misma facilidad con que se olvida, y que, si bien no es una película notable, está lejos de horrores vistos este año como "Dragonball Evolution" y similares.

Lo mejor: Ewan McGregor, como siempre espléndido
Lo peor: La dirección de Ron Howard, apática y sin garra
publicado por Judith Romero Ruiz el 20 mayo, 2009

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